"Documentales, Semillas y falacias" análisis de #Documental970 @Daosorios


Documentales, Semillas y falacias.

Que cosa, me volvió a pasar. Cuando algunos de los columnistas que más respeto y admiro de El Espectador, escriben sobre el área en la que trabajo hace 20 años, se pegan unas escachadas de campeonato. Me pasó con S. Kalmanovitz y JC Londoño, ahora me pasa con Catalina Ruíz-Navarro, y en el mismo tema. Soy Ingeniero Agrónomo, me desempeño como profesor e investigador en mejoramiento genético de cultivos en la Universidad Nacional de Colombia. Y me encuentro con que mi admirada Catalina, asume acríticamente las afirmaciones del documental 970 de Silvia Solano, y afirma en el artículo “El ICA y sus criterios cinematográficos” publicado el domingo pasado (1/03/2015) en El Espectador, que “en Colombia existen dos tipos de semillas: las criollas o nativas, y las diseñadas genéticamente por multinacionales como Monsanto, Dupont y Syngenta”. No, Catalina, no. La vida rara vez cae en esas visiones maniqueas de blanco o negro. En nuestro país, a pesar de todo y contra todo, existe una gran actividad en fitomejoramiento y tanto empresas (Semillano, Organización Pajonales, Semillas El Aceituno, etc), como centros nacionales de investigación (CENICAÑA, CENICAFE, CENIPALMA, etc) y gremios (FEDEARROZ, FENALCE, etc) producen semilla mejorada y certificada. Nada menos que el 85% de toda la semilla certificada consumida en Colombia, es de producción nacional, así como el 100% de cultivos como arroz, caña de azúcar, café, papa, frijol, soya, cebada, avena, y yuca, entre otros. Tampoco es cierto que “la norma pone en práctica los conceptos de propiedad intelectual” y que “sigue siendo ilegal el uso de semillas criollas”. Primero que todo, la legislación sobre propiedad intelectual en este tema, es el acta 1978 de la Unión de Países Protectores de Obtenciones Vegetales (UPOV) y la decisión 345 de la Comunidad Andina de Naciones (CAN) que es el Régimen Común de Protección de los derechos de los Obtentores de Variedades Vegetales. Segundo, la resolución 970 regula (producción, acondicionamiento, importación, exportación, almacenamiento, comercialización) únicamente de semillas producidas por técnicas de mejoramiento convencional o por métodos no convencionales de modificación genética. No dice nada, no puede decir nada, sobre semillas criolla, por la sencilla razón que estas no son producidas por métodos convencionales o biotecnológicos. Desde 1976 el país tiene regulación sobre semillas certificadas, y nunca se ha mencionado en esas normas las semillas seleccionadas, mantenidas, producidas y consumidas por comunidades campesinas o indígenas. Otra denuncia del documental, que replica Catalina, es la “destrucción de 70 toneladas de semilla de arroz por parte del ICA”. Vamos por partes: 1) se trata de semillas producidas por FEDEARROZ y EL Aceituno, por lo tanto semillas mejoradas por métodos convencionales, que caen dentro de la norma. No son semillas criollas. Quienes estaban secando estas semillas para venderlas como semillas certificada, estaban cometiendo un acto ilegal, desconociendo los derechos de propiedad intelectual de las empresas nacionales, e incumpliendo la norma para semillas certificadas. A cada una de estas empresas le cuesta miles de millones de pesos, y años de trabajo producir semillas de calidad: ¿Es lícito, o no, que esperen un retorno de su inversión, para mantener su actividad?. 2) La semilla es el insumo esencial para la producción agrícola. Si un agricultor va a comprar una semilla a la que le apuesta el futuro económico de su familia, espera que esa semilla cumpla con condiciones de calidad (alto porcentaje de germinación, calidad fisiológica y genética, baja presencia de semillas de malezas, sin enfermedades ni insectos). Si compra semilla falsificada, el resultado es un desastre para él. Plagas como la palomilla guatemalteca en papa, Burkholderia en arroz y cuero de sapo en yuca, que hoy afectan gravemente a la agricultura colombiana han sido introducidas por semilla ilegal. 3) Estas 70 toneladas de arroz que no servían para semilla, porque fueron acondicionadas inadecuadamente, contaminadas con excretas de animales, sin el menos cuidado por criterios técnicos como porcentaje de humedad, etc., tampoco servían como alimento de acuerdo con el INVIMA. Era tan grave el problema con este arroz, que de las 4.721 toneladas intervenidas como semilla ilegal por el ICA, fue el único material que se destruyó, las demás fueron usadas como alimento. Tendría mucho más que decir, pero este es un espacio corto, y toca dejar por aquí. Así las cosas, el problema con el documental 970 de Silvia Solano es que no es un documental. No es resultado de un trabajo periodístico de alta calidad, donde la investigación se haya realizado seriamente, donde las fuentes se hayan confrontado. Parece que ni siquiera se leyó la resolución que tanto critica. Y si un producto audiovisual que recibe este nombre, no cumple con las características que le son inherentes, no veo como puede ser nominado para un premio, cualquiera que sea. ¿Es esto censura, mi estimada Catalina?.

Alejandro Chaparro Giraldo

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