jonrdarc

~oNa+1n · @jonrdarc

26th Dec 2015 from Tweetings

Elegir presidente no es nuestro problema. / @ErmengolGassiot
Hace unos meses que una cierta perplejidad me sacude. Y me había prometido no hablar por escrito pero, finalmente, no me he podido estar. Me sorprende, me inquieta y, hasta cierto punto, m'enutja la normalidad con la que, desde una parte de los militantes de movimientos sociales, se afronta la posibilidad de contribuir a formar un gobierno en Cataluña. Y, claro, hablo de la CUP, pero no sólo. Cuando la CUP irrumpió en la escena pública de la política institucional a nivel supramunicipal, hace tres años, fuimos muchos los militantes de los movimientos sociales que giramos la mirada y nos fijamos. En general, tanto si los votamos o no, teníamos la sensación de que gente de nuestros habían entrado en el Parlamento. Y de hecho lo eran. Con ellos habíamos sufrido los porrazos de la BRIMO, nos habíamos encadenado protestando por el encarcelamiento de insumisos o habíamos dado vida a ateneos, casales y centros sociales okupados. Juntos habíamos hecho salir, bajo el gris asfalto de la Transición, pequeñas chispas de primavera. La participación de algunas personas de nuestros espacios en una opción electoral parecía abrir un frente de lucha y no el abandono de otros. Algunos lo podíamos ver con más entusiasmo y otros con más precauciones, pero de entrada no nos parecía que esta apuesta debiera mermar fuerzas en las luchas sociales de calle donde nos habíamos ido conociendo.
Han pasado unos años que parecen siglos. Parecen siglos por la distancia en la que se sitúan algunos de los debates que monopolizan las conversaciones de los militantes de los espacios alternativos. Incluso entre los y las que no vamos a discutir si la CUP debe hacer o no presidente a Artur Mas, esta cuestión ocupa una buena parte de las tertulias y los análisis que hacemos de la actualidad. Y a mí eso me preocupa. Me preocupa porque por un lado parece que perdemos la memoria de quien y que ha sido Artur Mas, un personaje que como ya escribí hace unas semanas, en sí mismo es repulsivo tanto por su trayectoria como por lo que significa. Pero si o Mas no puede suponer una clara línea roja para la gente de la CUP. Supongo que más que por la persona en sí, que puede ser sustituida por otra similar como jefe de gobierno, por el hecho de que su organización claudique ante la presión de los mass media de la burguesía catalana. Ya sabemos que cuando uno es prisionero de un debate que no ha creado y se encuentra obligado a razonar en unos términos que no son los suyos, ha perdido gran parte de su autonomía como sujeto. Y si esto ocurre, la CUP certificará que se encuentra en esta situación.
Con todo, a mí personalmente todavía me preocupa aún más otra cosa. Y me entristece profundamente. Detrás del debate de invertir o no el Mas se esconde la cuestión de si ayudar o no a formar un gobierno en Cataluña. Un gobierno de Juntos por Si que, malabarismos terminológicos en parte, todos sabemos que en gran parte oculta a Convergencia Democrática de Cataluña. Cierto, no es sólo CDC pero en gran medida lo es. Convergencia con todo su entorno intelectual y creador de opinión, a nivel académico, del gran público, comunicativo, etc. Francamente, os podíais imaginar hace 5 años que hoy una parte de nuestro movimiento (en sentido amplio) daría por hecha la posibilidad de contribuir a formar un gobierno de esta gente que, recordémoslo, siempre hemos tenido en el otro lado ?. A nivel del mundo del trabajo, se trata de la burguesía catalana, la misma que no ha dudado en aplaudir y aplicar las diferentes reformas laborales ya apoyar, en todos los momentos claves, el propio Estado español. En el plano de pueblos y villas, en el nivel municipal donde vimos nacer y crecer las CUP y donde los movimientos sociales hemos estado batallando años y años, esta gente son una parte importante de los caciques locales. Y siempre los hemos tenido de frente, en contra. Yo no, hace cinco años no me lo hubiera podido imaginar en absoluto. Nunca habría pensado que una parte de los movimientos sociales se sintiera interpelado por el hecho de contribuir a la gobernabilidad bajo un régimen liberal burgués.
El debate sobre UNA persona esconde uno mucho más profundo. Se trata de la discusión de si un espacio, que se pretende la expresión institucional de los movimientos sociales, debe facilitar un enésimo gobierno de la burguesía catalana. Alguien podría decir que un objetivo superior, la independencia de Cataluña, lo justifica. Yo, este argumento, no me lo creo. En absoluto, la verdad. Y no me lo creo porque estoy convencido de que la burguesía catalana no quiere la independencia y que su partido, lleve en nombre que lleve, actuará en consecuencia. Tenemos pruebas sobradas de como CiU, y Artur Mas entre ellos, siempre han dado importancia a la negociación con el Estado español para evitar una ruptura y para defender los intereses de la burguesía principatina. Recuerde cuando la ampliación del aeropuerto de Barcelona, o el corredor euromediterráneo, o el trasvase del Ródano eran temas de país? De qué país o, mejor dicho, del país de quien? De nuestro no. Y, como decía, este debate lo echo de menos. Si yo fuera a la asamblea de la CUP, a mí lo que me gustaría decir es que yo no quiero verme implicado en un gobierno de la burguesía catalana, independientemente de quien lo presida. Un gobierno que previsiblemente acabará implicado en la reforma, y no en la ruptura, del Estado. De hecho, por activa y por pasiva gente de Juntos por Si ha recordado que su meta es un nuevo pacto fiscal y el propio Mas habló de "puertas abiertas" la noche del 20D. Un gobierno que seguirá gestionando y ejecutando las políticas del Capital, aunque inicialmente esconda conceptos como "reducción del gasto" bajo palabras como "plan de choque", más bien vacías de contenido. No era esto por aquello en que luchábamos los movimientos sociales hace años. Ni las barricadas donde nos habíamos encontrado y conocido muchos anarquistas, comunistas, independentistas, etc.
Y, por último, todavía hay algo que me preocupa más. Y que deriva en gran medida de la apuesta parlamentaria de los compañeros y compañeras de las CUP pero que seguramente no es sólo responsabilidad suya. Se trata de la centralidad que ocupa en la agenda de espacios sociales alternativos el debate en torno a la presidencia de Cataluña y, en menor medida, del juego parlamentario. Cierto es que muchos movimientos y sindicatos intentamos construir y construir espacios de lucha fuera de las instituciones. Pero es igualmente cierto que muchas de las cosas que pensamos, decimos y intentamos hacer se definen por comparación con este espacio. De hecho, este mismo artículo es un ejemplo. Hablamos de los peligros de ser coaptats por una dinámica institucional. Un breve inciso: quien dice parlamentaria o dentro de los ayuntamientos, en el mundo del trabajo la podemos asimilar a la preeminencia de los comités de empresa en las acciones sindicales. O nos posicionamos de una determinada manera en un debate surgido de la política institucional. En cambio, hablamos muy poco de cuáles son nuestras apuestas de cara a la construcción de contrapoderes colectivos. Con contadas excepciones, eso sí.
En definitiva, tengo ganas ya que pase el 27 de diciembre. Y que se cierre el capítulo de la elección de presidente de Cataluña. Independientemente del resultado, los movimientos populares deberemos ser capaces de escapar de las consecuencias y, como mucho, poder recoger de las personas que han participado, aquellas que continúen pensando que la política se debe hacer desde la calle . La CUP podrá o no optar a tratar de volver a ser lo que quiso ser, el caballo de Troya de los movimientos sociales a la institución. Pero a nosotros nos corresponderá reavivar unos movimientos sociales las pulsaciones de los cuales los últimos años han disminuido mucho. Con una lógica propia, basada en la implicación, la decisión por nosotros mismos y la participación. Esto significa imponer los términos del conflicto con el Poder y rehuir de los parámetros del Proceso. Si no, lo tenemos magro.

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