MicroRadon

Radon · @MicroRadon

6th Jan 2019 from TwitLonger

LETRAS VACÍAS (Concurso de #cuentosdeNavidad de Zenda)


Estaba a punto de dormirse cuando escuchó fuera los primeros golpes. Se asomó a la terraza y vio una “H” que se posaba silenciosamente sobre el suelo de baldosas para esfumarse casi al instante. Pasados unos segundos cayeron una “Z” y una “A” sobre la mesa de mármol, rodando por su superficie hasta detenerse justo en el borde en un complicado equilibrio. Permaneció un buen rato embobado leyendo el paisaje, intentando crear palabras con las níveas letras que no dejaban de caer del cielo, pero le costaba demasiado esfuerzo mantener los ojos abiertos y decidió regresar a la confortabilidad de su cama mientras la tormenta azotaba con violencia los tejados de la ciudad.
Al día siguiente amaneció soleado. Salió a la calle después de tomar un café bien cargado y se quedó un buen rato viendo cómo los niños construían blancas torres de letras y hacían guerras de puntos suspensivos. Fue entonces cuando el escalofrío de un recuerdo recorrió todo su cuerpo y removió el dolor que llevaba congelado desde hace años. Recordó los días en que salía a jugar con su padre tras una tormenta de palabras y pasaban horas recopilando letras para escribir palabras con las que construir historias y relatos, hasta que las manos se les quedaban tan congeladas que tenían que volver a casa y pegarlas al radiador. Sintió entonces que su infancia se derretía al rememorarla dejando un sucio charco en el suelo. ¿Dónde estaría su padre ahora? La última vez que lo vio fue en un cuadro impresionista de un pintor austriaco. Para la mayoría solo era un borrón en un rincón de un lienzo, pero él reconoció en seguida la encorvada figura de su padre devorando otro de sus manuscritos. Jamás entendería qué tenían aquellas páginas para separarlo de su familia para siempre. Desde el día en que se marchó su madre no había vuelto a coger un libro, pensó mientras emprendía el camino al trabajo esquivando los montones de letras ennegrecidas que se acumulaban en las aceras.
En el portal de enfrente una torcida sombra lo observa alejarse. A simple vista cualquiera diría que se trata de un mendigo, pero una vez ha doblado la esquina, la sombra cruza la calle y, al igual que hace cada Navidad, coloca con cuidado una palabra delante de su puerta: “Perdón”.

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