Tributo a Javier Rosaleny


Hoy honramos tributo a Javier, que se nos fue ayer. No le honramos tributo en forma de despedida, porque Javier vive. Vive en nuestras palabras, en nuestras vivencias, en nuestros compromisos, en nuestros recuerdos, en nuestros pensamientos. Este es, por tanto, un acto de reconocimiento, para reconocer lo que ha sido, para reconocernos en lo que ha significado, para agradecerle lo que nos ha dado.

Nos quedan muchas palabras pendientes contigo, Javier, que cada cual tendrá que lidiar consigo… que tenemos que hablar de muchas cosas, compañero del alma, compañero… aunque por suerte también tenemos palabras escritas, en un ejercicio coral y colectivo, que bien pueden tomarse prestadas hoy porque, de una u otra forma, hablan por todos. Y porque pudimos decírtelas en vida, compañero. Compañero del alma, compañero.

Ahí están las palabras, bajo las rocas en el cauce del Río de la Vida. Las palabras que hablan de ti, compañero. Y si pudiésemos escribirlas todas, con seguridad habría amplia coincidencia en la mayoría de ellas. Podríamos llenar una pared con palabras que asociásemos a tu persona, a tu vida, a tu trayectoria… permíteme que llene el momento con esas palabras, que no son mías sino prestadas, compartidas, colectivas, compañero del alma, compañero.

Bondad, muchísima. Bonhomía. Generosidad, inmensa, desprendida. Nobleza. Dulzura. También ternura. Cercanía. Humanidad. Risa, franca, sincera, abierta, sonora. Amistad, siempre. Humildad, a pesar de tu grandeza. Mirada limpia, ojos claros, limpios, cristalinos, para reflejarse en ellos y para ver el mundo.

Colectivo, nunca individual. Siempre tu gente por encima de ti mismo. Gente. Pertenencia. Impronta. Pescador, incansable, de mujeres y hombres. Seductor. Lugar, un lugar en el mundo, ese que has ayudado a encontrar a tantas y tantos. Equipos. Tejedor, hacedor de equipos. Talento, contagioso. Consenso, como cultura. Unidad, como argamasa. Compartido, el proyecto, las decisiones, el camino. Siempre compañero. Compañero del alma, compañero.

Conversación, conversaciones, eternas, complejas, ricas, vivas, apasionantes. Cultura, inabarcable e insuperable. Erudición, sin pedantería. Conocimiento, sin lejanía. Inteligencia, sin soberbia. Espíritu crítico, contigo mismo y con el mundo. Discurso, sin pontificados.

Escucha, también. Atenta. Respetuosa. Motivadora. Empática. Paciencia, sobre todo con las personas y con los tiempos. Serenidad. Prudencia. Discreción. También sensatez.

Fortaleza. Seguridad. Confianza. Certeza. Una certidumbre a la que acudir, un refugio en el que resguardarse, un oráculo en el que buscar respuestas. Manteniendo tu cabeza fría aunque a tu alrededor se perdiera. Confiando en ti cuando todos dudaban. También tesón. Entrega. Resistencia. Trabajo. Y esfuerzo. Durante 40 años. Imprescindible, con mayúsculas. Porque esos eran los que luchaban toda la vida, ¿verdad?

Honestidad. En toda la magnitud de la palabra. Sinceridad. Honradez, en toda tu trayectoria vital. Lealtad. Desde la coincidencia o desde la discrepancia. Lealtad a ti mismo, a tus principios, a tu gente, a tus sueños, a tus proyectos. Y coherencia, siempre. Soñador, pero sin dejar que los sueños te adormezcan. Pensador, pero sin hacerte esclavo de tus ideas. Ya vez, compañero, cuantas palabras y cuanto detrás de cada una de ellas.

Liderazgo, paradigmático y ejemplificador. Referente, intelectual, ideológico, ético. Motivación. Ilusión. Y pasión, irradiadas y extendidas. Orgullo, de pertenencia a unas siglas y un proyecto. Valentía, enorme como tú mismo. Respeto. Integración. Polivalencia. Un auténtico hombre del renacimiento, que gusta de cuidar la practicidad y la belleza, el fondo y la forma. Adaptación, a los cambios, a los tiempos.

Visión. Poliédrica. Espacial. Visión de la Historia, del pasado, como clave vital para la comprensión del hoy y del mañana. Capacidad de análisis del presente. Y visión del futuro. Valga la redundancia para decir otra palabra: Visionario. Tiempo, como variable estratégica de los cambios. Espacio, como variable clave para su gestión. Retos. Sueños. Esperanzas. Grandes Esperanzas.

Otra palabra. La que ahora te digo, Javier, creo que es una de las que mejor te definen en una sola. Se la he escuchado a quienes más y mejor te han conocido. HUMANISTA. Así, con letras muy grandes. Un gran humanista -y tomo nuevamente palabras prestadas, en este caso de alguien que te quiso muchísimo- un gran humanista en sus dos aspectos: el que pone énfasis en la responsabilidad del propio hombre para darle sentido a su vida, sin recurrir a la existencia de un mundo trascendental, y en el aspecto filosófico como una actitud que hace hincapié en la dignidad y el valor de la persona, como ser que busca la Libertad. Un gran humanista con ideología de izquierdas, entendida la ideología misma como compromiso en un proyecto definido para luchar por una causa o fin, sacrificando parte de tu compromiso individual para mejorar lo colectivo. En tu caso, sacrificando gran parte de tu vida para librar la lucha eterna por la Libertad, la Igualdad y la Justicia. Y para embarcarnos en ella.

Bajo las rocas en el cauce del Río de la Vida hay muchas más palabras, Javier. Las palabras que hablan de ti. Y en ese cauce seguirán, quietas o fluyendo, con quienes te conocemos y te queremos, porque el camino sigue y sigue, entre riachuelos sin nombre y arroyos escondidos, entre lagunas calmas y ríos bravos, aguas ruidosas y cuencas en silencio. Es verdad que ambos creemos que nuestro camino tiene un final, y lo que cuenta es cómo lo has recorrido. Pero, siendo eso cierto, el Camino sigue, porque otros muchos lo recorreremos por ti, haciendo nuestros propios Caminos, desembocando desde el umbral de todas las puertas en un Camino hecho de agua, en un Rio sin principio ni final, en ese Río de la Vida bajo cuyas rocas están las palabras que hablan de ti, que tenemos muchas que decirte, compañero del alma, compañero.

Me queda una palabra más, Javier. Y el final de un poema.

Esa otra palabra creo que también te describe de una forma rotunda. Hace 10 años intentamos expresarla en el reconocimiento que te hicimos, mediante una escena de una película, diría que una película de culto para mi generación. Hablo de “El Club de los Poetas Muertos”. Yo hoy me siento como en aquella escena, como me sentía hace 10 años, subiéndome al pupitre sin temor para ver el mundo con otra perspectiva, mirándote a los ojos desde arriba, con todas mis compañeras y compañeros en pie, en sus pupitres, haciendo lo propio. Diciéndote “Oh Capitán, mi Capitán”, en una frase llena de significado, de agradecimiento, de reconocimiento, de admiración, de cariño. Por todas las palabras bajo las rocas que te describen, pero sobre todo por habernos enseñado tanto, a todas y todos, a cada una y cada uno, valga esta última palabra para intentar resumirte: MAESTRO.

Y el poema… las primeras palabras que se me vinieron a la mente al pensar en este reconocimiento son las últimas. Son las palabras regaladas por Federico García Lorca a Ignacio Sánchez Mejías, que bien podría haber escrito para ti, valenciano de nacimiento pero con 20 trienios como andaluz…

“Yo canto para luego tu perfil y tu gracia.
La madurez insigne de tu conocimiento.
Tu apetencia de muerte y el gusto de su boca.
La tristeza que tuvo tu valiente alegría.

Tardará mucho tiempo en nacer, si es que nace,
un andaluz tan claro, tan rico de aventura.
Yo canto su elegancia con palabras que gimen
y recuerdo una brisa triste por los olivos.”

Pensaremos en ti, en vida, nos regalaremos esos pensamientos, esos recuerdos, la rememoranza de aquellas conversaciones eternas, y los guardaremos. Que aún tenemos que hablar de muchas cosas, compañero del alma, compañero.

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