@RAPHAELartista Mi primer LOCO POR CANTAR


MI PRIMER LOCO POR CANTAR
Barcelona, 7 de octubre de 2017

Tenía muchas ganas de escribir sobre “Loco por cantar” pero no ha podido ser hasta hoy, porque fue ayer cuando, por fin, me estrené en su nuevo espectáculo. Ni que decir tiene, lo larga que se me hizo la espera, en la que unilateralmente me negué a ver vídeos, escuchar audios y que me contaran que pasaba por el escenario en esta Gira.
Os juro que aguanté estoicamente, ya que lo que andaba buscando es que, como siempre, Raphael me sorprendiera instalada en mi butaca.
He tenido que esperar hasta el 7 de octubre, es decir, hasta ayer y os aseguro que lo primero que me arrancó de la silla, con un respingo, fue el primer acorde al iniciarse el espectáculo. Después, cuando la música fue in crescendo, de mis labios salió: ¿Pero esto qué es? Quedaba claro que Raphael había querido darle otra vuelta de tuerca a la puesta en escena para su nueva gira. Una música electrizante, a la vez que los focos de luces jugaban a entrecruzarse con sus haces de luz, llegando hasta el último rincón del Palau Sant Jordi de Barcelona, ese gran coloso que nos dejó la Barcelona del 92 y con ello, el recuerdo de una Catalunya mejor, si me permitís la licencia, en estos momentos que estamos viviendo.
Si la música era electrizante no lo fue menos el inicio del concierto. Raphael apareció de riguroso cuero negro interpretando “Infinitos Bailes” en un Palacio que no era precisamente el de “las caras largas”
El público de Barcelona se entregó desde el minuto 0 y así continuó hasta el final.
Me encontré con un Raphael, igual, igual, igual, pero con un formato completamente diferente e innovador. Sus nuevos temas junto con las joyas de la corona (sus canciones de siempre) tomaron un cariz totalmente rockero. ¿Os imagináis cualquiera de sus canciones de toda la vida a los acordes de música electrónica? Pues eso.
Especial hincapié en algunos temas que ha incorporado, como “Un mundo sin locos” o “Costumbres” y una preciosa puesta en escena de “La quiero a morir” y en ese instante sentí que… lo quiero a morir.
Me dibuja un paisaje y me lo hace vivir
En un bosque de lápiz, se apodera de mí, lo quiero a morir
Y me atrapa en un lazo que no aprieta jamás
Como un hilo de seda, que no puedo soltar
No quiero soltar, no quiero soltar, lo quiero a morir.
Otro momento en el que sentí una gran emoción, fue cuando interpretó “El tamborilero”. Tres tambores y un cajón… unas enormes pantallas en la que caían preciosos copos de nieve y a los redobles, impresionantes, por cierto; la voz de Raphael interpretando ese tema tan histórico, tan suyo, tan nuestro, tan de todos… y de pronto… El Palau Sant Jordi se llenó de miles de luces. Era el público que con las linternas de sus teléfonos móviles le añadieron al momento ese instante de magia especial que siempre surge en un concierto de Raphael. Era como si miles de estrellas hubieran bajado del cielo para no perderse el espectáculo.
Raphael siguió desgranando canciones y el público catalán las recogía en su alma, las aplaudía, las coreaba, las jaleaba, con bravos, aplausos, repitiendo su nombre: Raphael, Raphael, Raphael, agradeciendo con ello, la entrega de su artista en el escenario.
Y así, canción a canción, fue culminando un concierto en el que quedó patente, una vez más, el cariño mutuo que existe entre el artista y las gentes de la ciudad condal, un amor que como bien dijo Raphael, ya cumple 55 años y que yo añado… que continuará hasta el fin de los tiempos.
Un concierto en el que hubo de todo: mucha emoción, mucha pasión, muchas luces, mucha música, millones de aplausos, miles de “estrellas” … y entre ellas… la mejor. Un Raphael que visiblemente emocionado se despidió del público de Barcelona hasta la próxima vez.
Que no se tarde mucho, porque (y ahora hablo en nombre de todos), ya lo echamos de menos.

Montse Muniente.
8 de octubre de 2017




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