El Otelo de Shakespeare


LA CONSTRUCCIÓN DEL PERSONAJE I. EL OTELO DE SHAKESPEARE
Todos nos preguntamos alguna vez si los personajes de nuestros relatos o novelas son significativos, si cumplen alguna función dramática, si son vehículos de la acción que se dirigen a alguna parte o es mejor dejarlos fuera. En principio la acción va siempre ligada al personaje o a los secundarios con los que se relaciona, los dos deben ser verosímiles: tanto si sorprenden como si no, es decir, tanto si se trata de personajes planos de los que ya sabemos qué esperar (el patrullero Mancuso de La conjura de los necios, el Gollum de El señor de los anillos) como si la acción la viven personajes esféricos más imprevisibles (Alonso Quijano en El Quijote, Clov y Hamm en Final de partida, etc.). ¿Cómo podemos expresar la acción de nuestros personajes? Cada historia exige unos tiempos verbales, un discurso, una trama organizada como considera el autor que es más efectiva y un narrador. Depende de cada escritor y del tipo de escrito elegir las variantes que más se ajustan a lo que quiera narrar. ¿Qué narrador nos conviene más para esta historia de un ser sensible y solitario que tiene mucho que esconder recluido en un laberinto? Borges creyó que el monólogo interior y un breve alejamiento desde la tercera persona al final del relato era lo que mejor funcionaba para La casa de Asterión y nos acercaba más a su personaje. Seguro que Flannery O´Connor lo hubiera contado de otra manera, así que la pregunta es ¿cómo lo contarías tú?
Fijémonos en cómo Shakespeare traza a su personaje Otelo en Otelo, el moro de Venecia. La forma en que lo presenta parece casi sacada de la epopeya. Otelo es un personaje bizarro, gentil, heroico y atractivo. No solo no recelan de él por el color de su piel, sino que le encomiendan misiones complejas contra «el turco» que Otelo cumple con presteza. Sus hombres le son leales, le admiran y envidian. Otelo se ha prometido a escondidas con la joven Desdémona, hija del noble Brabancio, que aunque acusa a Otelo de haberla forzado ya en el primer acto, pronto se ve obligado a admitir que está con él motu proprio y a sentirse abochornado. ¿Qué suegro se disculpa ante su yerno? Una vida tan perfecta ¿da para narrar un drama (si no eres Philliph Roth)? No, y Shakespeare retuerce la trama: el alférez de Otelo, Yago, envidia la suerte de Otelo y no perdona que haya ascendido a teniente a su amigo Casio; probablemente también desea a Desdémona, por lo que durante los tres actos siguientes se dedica a envenenar los oídos y la mente de Otelo hasta que la gentileza y bondad de Otelo son consumidos por otro tipo de sentimientos. Yago es un contrapunto necesario al héroe, un antagonista, que nos dice tanto de él como de Otelo. De la misma forma su amigo Casio actúa como catalizador de la acción: cada vez que aparece, la trama se acelera y toma una dirección inevitable. El famoso cuarto acto en el que Yago y Casio conversan generando el equívoco que Otelo escucha agazapado desemboca en una conclusión tan moderna que se sigue utilizando por las comedias de situación como Seinfeld o Friends hoy día. Pero por si Otelo no fuera aprehendido por el autor suficientemente, Shakespeare se manifiesta como narrador a través de Emilia, la mujer de Yago, que cada vez que aparece nos muestra la voz de la verdad o del autor. Yago consigue lo que quería (o lo que el autor quería), destruir el mundo idílico del héroe, pero consigue más aún: la muerte de Desdémona, de quien probablemente Yago también está enamorado, a manos de Otelo, la de su mujer a sus manos para que no revele sus intrigas, él mismo cae muerto por Otelo que a esas alturas, consumido por los celos y el odio, es solo el monstruo vengativo que Yago ha creado. Los personajes de Shakespeare son habitualmente un compuesto de acción, descripción y sobre todo parlamento y diálogo. Fijarse en cómo lo hace Shakespeare es una fuente de sugerencias.

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