#DSPceto A nadie le amarga un dulce. ¿Por qué?

Me pregunto una y otra vez nuestra innegable afición por lo dulce y como casi siempre, en temas de alimentación, encuentro alguna respuesta en nuestra historia de la evolución. En la naturaleza, lo dulce, es algo totalmente ajeno al verdadero carnívoro, sin embargo, es típicamente común del primate, y nosotros, somos nada más y nada menos que una mezcla de todo un poco.
Cuando la comida natural de los primates madura y adquiere las condiciones adecuadas para su consumo, suele también endulzarse; por esto los monos reaccionan favorablemente a todo lo que posee este sabor en alto grado, les confirma que esa fruta ya es apta para su consumo.
También a nosotros, como a los otros primates, nos cuesta despreciar «lo dulce». A pesar de nuestra fuerte tendencia carnívora, nuestro linaje simiesco se manifiesta en la predilección por sustancias particularmente azucaradas. Este gusto nos place más que los otros. Tenemos «dulcerías», pero no «tiendas de agrios, ácidos o amargos». Después de la comida fuerte, solemos terminar con una compleja serie de sabores dulces, para que sea este gusto el más duradero. Y es todavía más significativo que, cuando tomamos algo entre horas, en ese picoteo (por cierto muy típico también en primates) casi siempre escogemos sustancias dulces, como caramelo, chocolate, helados o bebidas azucaradas.
Tan fuerte es esta tendencia, que puede acarrearnos dificultades. La cuestión es que la sustancia alimenticia posee dos elementos que la hacen atractiva para nosotros: su valor nutritivo y su paladar. En los productos naturales, estos dos factores se dan la mano; en cambio, pueden hallarse separados en los alimentos producidos artificialmente, lo que puede ser peligroso. Sustancias comestibles sin ningún valor desde el punto de vista alimenticio, pueden convertirse en sumamente atractivas con sólo añadirles una gran cantidad de dulzor artificial. Si despiertan nuestra vieja debilidad de primates de su sabor «superdulce», nos vemos expuestos a atiborrarnos de ellos, dejando poco sitio para lo demás y rompiendo el equilibrio de nuestro dieta. Esto se aplica especialmente al caso de los niños en período de crecimiento. La fruta madura es dulce, sin embargo, la Coca-Cola lo es más aún, por tanto no es de extrañar que una bebida refrescante, unas onzas de chocolate o cualquier chuchería sustituya a la fruta al final de la comida, pues ésta también tiene sabores ácidos y encima… ¡hay que pelarla! En fin, seguiré mi particular búsqueda de respuestas de nuestro presente, haciéndole preguntas al pasado.

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