Bauglir_Vala

Morgoth · @Bauglir_Vala

25th Mar 2014 from TwitLonger

Para #DíaDeTolkien

Basta de piedad, basta de humillaciones y batallas perdidas. La ira y el resentimiento lo han colmado por completo y no soporta la deshonra y la humillación. Está consumido por un odio ancestral, a veces ya sin sentido, pues casi ha olvidado el motivo primigenio; pero la cuestión es que está cegado y hundido en una necedad insuperable y vil. Ha decidido que es el momento. No le importa nada, ni siquiera su propia destrucción si con ello logra calmar el ansia de venganza que le quema las venas. Se siente igual que Ungoliant, ávido de devorar todo a su paso, de arrasar con aquello que se interponga en su camino. La comparación que ha imaginado él mismo lo humilla, se siente estúpido y eso lo enciende aún más. Cualquier motivo es bueno para llevar sus niveles de destrucción al máximo. Ya basta…! Ha sido suficiente!

Permaneció cientos de años recluido en las profundidades de su guarida, donde la luz no llega y los sonidos se demoran. Ha respirado lo insalubre de las profundidades, el azufre de las entrañas de la tierra. No ha querido salir por sentirse débil y vulnerable pero ya no lo soporta más. Esa noche Arda sucumbirá.
Las rocas crujen y se resquebrajan, la tierra se retuerce en un estertor doloroso que augura el inicio del fin. Melkor, el Primero de los Caídos, emerge de las profundidades, en medio de una noche cálida y estrellada. Los pinos y los abetos del bosque se agitan, los pájaros adormilados abandonan sus nidos prematuramente, sin comprender que la mañana no ha llegado. La frescura de la brisa da de lleno en el rostro atribulado del Vala. Es una caricia que no espera, una visión que desde centurias no observaba. Tanto tiempo en las profundidades le hace sentir que la luz de la luna en sus retinas le quema y lo ciegan por unos instantes. Aún así eleva su mirada al firmamento azulino y perlado de estrellas, desafiante. Se siente extraño, foráneo en un mundo que irónicamente él ayudó a construir. Ya no lo conoce, Arda le es ajena.

Su vista lastimada se va adecuando poco a poco a la nueva e inusual penumbra. Eleva su pálido rostro al firmamento y siente la humedad de la alborada próxima a estallar que calma el ardor de su piel irritada por el calor de las profundidades volcánicas que durante tanto tiempo habitó. Su semblante está cambiando. Es extraño, no esperaba esto.

Los grillos continúan cantando, ajenos al mal que los circunda y sus canciones llegan a los oídos del Vala, que escucha ahora con más atención. Y junto con el cantar de los grillos llega el croar de las ranas y el murmullo tímido de la suave corriente de un río que golpea sus aguas contra las rocas de su margen. No sabe por qué, de hecho no piensa pero el antiguo Ainu comienza a caminar algo taciturno, atento a su alrededor y en silencio. ¿Realmente está en Arda o es que ya había olvidado cómo se veía? Sus botas aplastan la hierba pero el sonido es apagado bajo su peso, amortiguado por la hojarasca que sucumbe bajo sus pies. Todos los sonidos de la noche se van acoplando lentamente y logran una sinfonía maravillosa y sin igual, o tal vez sea que él está prestando más atención a medida que avanza, pues no puede recordar que Arda fuera tan…bella….

Y entonces el murmullo de las aguas se mezcla con el perfume de la tierra húmeda y la frescura de las hojas de los pinos, la madera de los árboles, escondida tras las madreselvas y las flores nocturnas, blancas y empalagosas. ¿Eran tantas las estrellas del firmamento? ¿Y así brillaban, con tanto fulgor y nitidez? El ánimo encendido se le va apagando y sin notarlo, producto de su estado absorto, comienza a pensar mientras sus pies lo llevan lentamente hacia algún lugar. ¿Dónde está? ¿Será que está soñando? ¿Cuánto hace que no duerme? O mejor dicho, que no descansa, que su mente no deja de pensar en vilezas, en rencores vergonzosos y venganzas inexplicables sin la posibilidad de sosiego.

Sin advertirlo, sus botas se hunden ahora en las aguas cristalinas de un río poco profundo. Baja la vista y lo observa. Mira el agua escurrirse entre sus botas impregnadas de muerte. El último resplandor de la luna sobre la superficie del agua le devuelve una imagen fusiforme de su propia persona. Frunce el ceño. ¿Ese es él? Algo en su interior se agita. No solía ser así. Hubo un tiempo en que era hermoso y su armadura brillaba. Increíblemente las fibras de su ser logran estremecerse ante la visión. Se ha visto distinto, la malicia lo ha consumido, su esplendor se fue opacando.

En las aguas nadan algunos peces que él logra avistar. Nadan como si en verdad danzaran. Y poco a poco el albor de la mañana comienza a alumbrar. El Vala está conmovido. No recuerda haber presenciado el nacimiento de un día en… centurias? Todo esto es demasiado para él. Está apabullado por tanta simpleza y belleza a su alrededor. ¡Él mismo creó gran parte de las cosas que ahora observa! Siente un enojo que no desea reprimir, impotencia, y aún así no puede… Cierra su mano en un puño, alza el brazo agresivamente. No puede… No puede bajarlo y golpear ese suelo tan fértil, esas aguas puras. No podrá acallar el murmullo de la naturaleza, los suspiros de la brisa en su oído y sus caricias sobre su piel. ¡Lo destruiría todo! Tan sólo por rencor. Pero… No puede… Todo eso es tan bello…!

El primer rayo de sol con el que despunta la mañana le da en el rostro y los pájaros ahora cantan más, los grillos se silencian, las ranas enmudecen y otra Tierra Media va despertando ante sus ojos anonadados. La angustia lo invade. No puede destruir tanta perfección. Ni siquiera él puede destruir lo que una vez creó con tanto deseo, tanta fuerza y dedicación. Retrocede unos pasos, sus botas abandonan el agua y comienza a caminar hacia el lugar de donde surgió. Volverá a las sombras, a las profundidades, al averno, pero no deja de pensar en lo que ha visto, conmovido hasta lo más íntimo por haber presenciado lo sublime de una perfecta creación.

(Fin)

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