#DíaDeTolkien

En pocos años una nueva profecía había surgido entre los enanos de la recuperada Erebor; una cuyo origen era singular aunque no por ello poco creíble. Ésta profecía inquietaba a aquellos con el don de leer los signos pues no parecía augurar cosas buenas para los enanos de aquella ciudad y su rey. Había nacido de un sueño recurrente y difícil de entender. El sueño había sido experimentado por Óin, el enano conocido como El Sanador por sus dotes y habilidades de curación, pues sabía sobre todos los remedios y pociones habidas y por haber y sus usos posibles –tanto los buenos como los manos, ya que ‘es necesario saber sobre el mal para poder practicar mucho mejor el bien’, tal como él mismo decía-. Óin era un buen soldado y miembro de la antigua Compañía del rey Thorin Escudo de Roble, además de haber sido entrenado en las artes de la herboristería por un viejo maestro de Érebor cuando la ciudad aún permanecía en manos de sus legítimos dueños y habitantes, antes que el dragón Smaug usurpara la Montaña Solitaria y obligara a los enanos a errar por la Tierra media en busca de un nuevo hogar; y a pesar de lamentar una lenta pero indefectible sordera, Óin era poseedor de una mente brillante y una mejor memoria. El mismo maestro herboristero le había enseñado los beneficios de algunas hierbas capaces de despertar la clarividencia, aguzando los sentidos y así era como el viejo Óin había incursionado en aquellas misteriosas artes y oscuros caminos, y si bien había sido el encargado de interpretar y revelar la profecía que llevara a Thorin y su Compañía a recuperar la Montaña Solitaria luego de muchos años, no era proclive a tener sueños extraños y mucho menos que éstos fueran al desencadenar una profecía.

Ese extraño sueño lo había desvelado muchas noches durante un mismo mes –justo aquel en el que se cumplía un año de la recuperación de Érebor-. Al principio pensó en no darle importancia y bajar la dosis de hongos disecados que colocaba junto al tabaco de su pipa antes de irse a dormir, pues consideraba que aquella era la explicación más obvia y normal a la aparición de semejantes pesadillas. Pero el sueño continuó acechándolo noche tras noche, revelando cada vez un segmento nuevo, una imagen más amplia y más nítida de los hechos, y entonces decidió que debía cortar definitivamente la dosis, por lo menos hasta recuperar el sosiego y la tranquilidad de su espíritu. Pero el sueño continuó visitándolo cada noche, aún con la ausencia de los hongos en el tabaco de su pipa, siempre de la misma manera y entonces se preocupó y trató de hallar consejo en su hermano y en otros enanos, pero nadie pudo ayudarle pues los mismos enanos se negaban a admitir que el sueño podía llegar a predecir un desagradable y fatídico final para la ciudad y su rey. Nadie deseaba saber de aquellas cosas desagradables cuando hacía tan poco tiempo que la felicidad parecía haber regresado a la raza de los Enanos. Una forma muy cínica de tapar el sol con la mano, pues de nada servía mirar hacia otro lado cuando la profecía estaba allí frente a sus ojos, indefectiblemente. Por lo visto, Óin debía encargarse personalmente del asunto y eso fue lo que hizo. Avisó a su hermano menor Glóin que abandonaría la ciudad y no regresaría hasta no encontrar la respuesta a sus interrogantes, pero nada dijo respecto al por qué de su partida, y por más que su hermano le interrogó muchas veces y de diversas formas, nada pudo averiguar al respecto, por lo que terminó desistiendo y deseándole la mejor de las suertes en su misteriosa empresa.

Así fue como Óin partió de Érebor llevando consigo unas pocas cosas, cargando tan sólo un morral con lo imprescindible y se dirigió en primera instancia a la Última Morada de los Elfos, allí mismo donde habían sido muy bien recibidos por Lord Elrond y su hermosa hija Arwen cuando emprendieran el camino para recuperar su hogar perdido. El viaje fue lento y tedioso pero por fortuna el buen tiempo lo acompañó durante casi todo el trayecto, que por supuesto hizo en soledad mientras pensaba y meditaba mucho sobre la misión que se había autoimpuesto. Muchos fueron los personajes que se cruzó en el camino, pero ninguno había sido un erudito como para poder consultarle al respecto, por lo que debió aguardar –no sin poca ansiedad- a arribar a Rivendel –la Última Morada de los Elfos-, para intentar dilucidar el misterioso sueño. Y quiso la buena fortuna que al llegar a la ciudad se encontrara con la presencia de un viejo amigo, que estaba de visita. Las casualidades no existían para Gandalf el Gris y definitivamente el enano se alegró mucho de volver a encontrarlo y más aún en esas circunstancias, pues iba a serle de mucha utilidad por varios motivos. Gandalf era un mago sumamente respetado por su sapiencia como por su buen tino, era discreto y sus consejos más que valiosos.

Óin había corrido hacia Gandalf y saludándolo efusivamente, con un buen abrazo y cálidas palabras y le había rogado entonces le permitiera unos cuantos minutos de su amable atención para contarle un sueño recurrente y que para nada le agradaba, y pedirle un sabio consejo al respecto. El mago, muy intrigado por la urgencia del enano accedió a hacerse de un tiempo para escucharlo atentamente. Juntos se alojaron a una de las instancias que Lord Elrond les cediera muy amablemente para que halaran con tranquilidad –si había algo por lo que se destacaba aquel elfo, era por su discreción entre otras muchas cualidades-. Cuando estuvieron ubicados, Óin sirvió una taza de buen té digestivo a su querido amigo y luego se cercioró de que no serían molestados. Entonces le dijo: “Hace muchas noches que sueño el mismo sueño y no le encuentro sentido alguno, y siendo que lo que sueño es extraño y me pone nervioso el no saber interpretarlo, te pido me ayudes, amigo mío. Cada noche sueño que un pequeño ruiseñor se acerca a la gran puerta del Palacio de Thrór y allí entona una canción mientras las paredes de la montaña cimbran y tiemblan hasta que las puertas se desmoronan. Luego en el interior del palacio un ser vestido con túnicas blancas y el rostro cubierto camina hasta la sala del trono y frente a éste desenvaina a Orcrist, la espada de Thorin y la clava en el mismo trono, entonces veo rodar la corona de Thorin al suelo con un gran estruendo que parece una campanada mortal. Y por último, un joven caballero vestido con radiante armadura y una corona de flores de ‘no me olvides’ sobre su cabeza, toma la espada entre sus manos para arrancarla del trono, blandiéndola para luego ofrecérsela a una dama de largos cabellos blancos tan bella como poderosa”.

En verdad no parecía ser un sueño común y corriente, y mucho menos cuando lo que parecía a simple vista era el mal presagio de la caída del rey Thorin tras algún hecho fortuito. Gandalf se preocupó y frunció el ceño y le pidió a Óin discreción, que no contara a nadie más aquél sueño, hasta que no tuvieran la certeza de saber su significado. Incluso le pidió que se lo repitiera varias veces para tenerlo bien presente y grabado en la memoria, pues no era un sueño para menospreciar ni perder detalles. Esa misma tarde el viejo mago abandonó Rivendel al galope de su caballo y sus barbas flameando al igual que su túnica y sin visitar al resto de sus amigos, tal era el cometido de su viaje. Óin quedó más preocupado aún, pues sabía que si el mago llevaba tanta urgencia, era porque su sueño debía ser de lo más importante, y serio por sobre todo...

Continuará...?

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