Eodaron

Eodaron · @Eodaron

22nd Feb 2014 from TwitLonger

@Brimi_enana Relato AU. Tema: Música, futurista. (Aclaración, la historia es un tanto futurista, aunque puede que no tan lejana a nuestra época, la sociedad de ésta historia está controlada totalmente por la música, pues al nacer se le implanta al bebé un chip en el cerebro que controla todos sus movimientos, tanto para mal como para bien, si hiciese algo que no debiere este provoca horribles melodías, y si hace lo correcto podrá sentir el placer de una buena música relajante. Basado en nada que yo conozca, idea propia)

La noche ya había pasado y el sol se podía ver por el horizonte, era un amanecer donde el único ruido perceptible, el del silencio, mas sin previo aviso una pequeña melodía empezó a sonar. Era una melodía fina y dulce que cada vez se iba acrecentando, y conforme aumentaba su volumen de voz se iba haciendo más seca y punzante, la melodiosa musiquilla que hubiese ayudado a calmar a un bebé berreando ahora parecía la mismísima música del infierno, una música que te taladra el cerebro, repetitiva, sin patrón alguno, sin dejarte descansar de la tensión que te pondría los cabellos de punta. Al fin despertó Éadigan, un hombre sin muchos recursos y una víctima más de éste tipo de sociedad, entre sudores fríos y respiración agitada, se incorporó, apoyando la espalda en la pared y tras un largo suspiro se giró y observó a su mujer, embarazada ya de ocho meses y medio. No pudo evitar que una sonrisa se le escapase. Rápidamente se vistió y se dirigió a los criaderos donde trabajaba, no debía llegar tarde si no quería que el chip le diese otra descarga de punzadas en el cerebro.
Éadigan estaba harto de la miserable vida que llevaba, así como del gobierno que lo regía. ¿Por qué debía de hacer todo lo que sus superiores querían? Era partidario de la libertad, pensaba que nadie debía regular los actos de nadie, no veía coherencia a las propagandas sinsentido del partido que la gente, inculta, que los votaba porque les prometían una felicidad y justicia. ¿Pero era justicia lo que el gobierno hacía con ellos? Él no lo creía así, pero cómo una persona normal podría enseñarles la dolorosa lucidez a un grupo de gente que hacía todo lo que decían y a que desobedeciesen al gobierno aún a sabiendas de las punzadas de dolor que le traerían. Estaba todo tan controlado que era imposible.
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Días después
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Una tormenta de invierno estaba presente esta noche, el fuerte aire hacía azotar las ramas de los árboles contra las ventanas. Un grito seco de dolor y temor se apoderó de unos segundos de la noche. Un rayo cayó iluminando unos segundos la pequeña habitación donde se encontraba Éadigan durmiendo. Éste se despertó sobresaltado, no era el típico ruido estruendoso que le hacía de despertador cada malana, era su mujer, que estaba de parto. Éadigan asustado cogió el teléfono e intentó llamar a urgencias, pero de nada sirvió, la tormenta debía haber cortado la cobertura. No le quedaba otra que llevar a su mujer al hospital más cercano. Miró preocupado a su mujer y la intentó consolar.

-Chsss Ya verás como todo sale bien, querida. Vamos. –Le dedicó una sonrisa reconfortante, y su mujer le respondió con una mirada de auxilio, parecía otra distinta o más bien la misma mujer a la que amaba pero como si todos los años y dolores que había almacenado se hubiesen liberado súbitamente, su cabello castaño parecía negro como la misma oscuridad que habría en una noche sin luna ni estrellas; sus ojos rojos inundados en lágrimas ya no parecían los de una jovial persona, en absoluto, eran los de una persona que había sufrido mucho a lo largo de su vida y estaban llenos de miedo; sus labios secos, curtidos y sangrando de apretar los dientes contra éstos para no gritar de dolor. No se parecía en absoluto a ella, y se estremeció, aunque no le dio más importancia, la cogió en brazos y metió en la parte de atrás del Citroën escarabajo que tenía y la arropó con un par de mantas, él se subió delante y arrancó, al poco empezó a notar como el chip se activaba y empezó con un estridente pitido, pero un chip no impediría el pensamiento de poner a salvo a su mujer, aunque le costase la demencia, y así hizo. Consiguió llegar al hospital, donde su mujer fue atendida rápidamente y el chip quedó desactivado por estar en un área no restringida.

Llevaba un rato esperando, nervioso por su mujer, hasta que al fin un médico se acercó a él y le invitó a pasar a la sala con su mujer y su hijo, ambos estaban a salvo. Todo estaba bien, ya habían decidido un nombre para el pequeñajo, se llamaría Eodaron, tras un rato de disfrute con el pequeño a solas los médicos volvieron y reclamaron al pequeño para ponerle el chip al recién nacido, sin embargo una negación se escuchó una negación contundente de la boca del padre.
-No, no tenéis derecho a ponerle la mierda esa controladora a mi hijo.

-Vamos, señor. No es nada, no hay riesgo alguno para el bebé y usted lo sabe, es obligatorio.

-Cariño… Protege al niño. Me encargaré de este par de médicos de pacotilla-
Y tras decir esto se abalanzó sobre uno de ellos y empezó a asestarle golpes en la cara, deformándola a cada golpe, pero por desgracia ellos eran dos y el uno, no tenía nada que hacer, el otro había salido huyendo y había llamado a seguridad y éstos llegaron aprisa y le consiguieron retener. Aunque la revuelta no acabó todo lo mal que pudo, pues aunque Éadigan fuese condenado a pena capital, el médico acabó medio muerto e irreconocible y se habían olvidado totalmente de su hijo. Había conseguido lo que quería y más deseaba, su hijo iba a ser un niño libre, sin sufrir los tormentos de un aparatejo.
Años después
Eodaron se había convertido en un muchacho fuerte, sano e inocente, pues no conocía la existencia de los chips al no haberle hablado nunca su madre de ellos. Sin embargo su madre pensó que ya era mayor para conocer la verdad detrás de todo, dónde estaba su padre, los implantes que llevaba la gente y el sistema de gobierno. Eodaron asumió toda la información, tenía ganas de llorar por conocer la verdad, era demasiado dura y todo muy espontáneo, pero al creer que su padre estaba vivo le dio nuevas esperanzas y cuando su madre acabó de darle la charla le tocó a él hacerle preguntas.

-Mamá, ¿Qué puedo hacer para salvar a padre? ¿Cómo puedo acabar con esto?- Su madre, con una sonrisa le dio un beso en la frente y le revolvió el pelo.

-Cielo, tu padre creía que hay alguna oportunidad y que sólo tú puedes desmantelar el sistema actual, pues él te salvó del chip, y has crecido sin temor al aparato, no como nosotros. Sólo tú podrás salvarlo. Pero has de saber que no es una tarea sencilla. Te contaré todo lo que me contó tu padre. Ahora descansa, pequeño.- El niño asintió convencido y se fue a dormir.
Esa misma noche, ya durmiendo el pequeño llamaron a la puerta, y la madre de Eodaron, peguntándose quién podría ser abrió. Se encontró de cara con dos policías armados, al verlos, la madre de Eodaron tragó saliva asustada, sabía lo que pasaba. Habían detectado la conversación con el pequeño, pero intentó hacerse la inocente.

-Buenas noches, señores. ¿Les puedo ayudar en algo?- Los hombres la inmovilizaron.

-Queda detenida por intento oposición al sistema.

-Entiendo… Pero por favor, déjenme despedirme de mi hijo, por favor. Denme la oportunidad de darle un último adiós- Dijo la mujer entre lágrimas. Los policías no vieron ninguna objeción, pues pensaban que el niño llevaba el chip, y a la mínima que hiciese sería detectado. Los policías dejaron madre e hijo solos en la habitación. Ésta se acerco a él y le dio un suave beso en la mejilla intentando no llorar.

-Mi pequeño… No tengas miedo de estar solo, tu padre y yo te seguiremos queriendo aunque no nos puedas ver. Serás alto, guapo y listo. Todas las chicas se pelearán por ti- Le tomó la manita y se la besó, con una sonrisa entre lágrimas. Finalmente salió de la habitación y fue acompañada por los guardias para sufrir el mismo destino que sufrió Éadigan años antes..

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Años después
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Eodaron había alcanzado su madurez física y mental. Había estudiado economía y había sacado las mejores notas, lo que le ayudó a unirse a su peor enemigo. Una vez instalado en el partido político empezó a destruirlo por dentro creando discusiones entre miembros, todo era para él un juego de niños. Aunque al final él no era el que tenía el poder, y el humillar al presidente delante de todas las cámaras le costase la vida, consiguió lo que quería: Mostrar la realidad a todo el mundo, que no todo es tan bonito como lo pintaban, y a partir de este suceso empezaron las revoluciones de gente contra el poder, hasta que el gobierno cayó y todo el mundo pudo a partir de ahí actuar a su libre albedrío sin miedo de hacer algo mal, y escuchando la verdadera música placentera siempre que quisiesen, olvidando así aquellos chirriantes sonidos artificiales.


(Me gustaría decir por último, gracias por leerlo, espero que os haya gustado, o al menos que no se os haya hecho muy pesado, pues entre que escribir no se me da bien, no estoy inspirado, me han obligado ¬¬ y que no sé como narices a tomado este rumbo la historia… O_O No se asemeja en nada al boceto inicial que tenía :_D porque de música he hablado bastante poco cuando supuestamente era el tema inicial… Y eso, ¿Valoraciones? No me tomaré a mal las críticas, sé que es caca el relato)

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