@Brimi_enana Para el concurso de relatos AU. Dedicado a @Vrostok_enano, que siempre me sirve de inspiración (?)
La temática pretende tener un toque steampunk.

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[Oficina del General Thusye Dimitr. Prisión militar de GearMountain, Nueva Rusia]
Las teclas metálicas de la máquina de escribir chasqueaban sin descanso. Molly, la secretaria, tecleaba enérgicamente, con los binoculares apoyados sobre la punta de la nariz. Tenía el cabello rubio recogido en un tirante moño elaborado, y su vestido de brocado, demasiado caro para permitírselo con su sueldo, delataba que quizá se llevaba mejor con el General de lo que debía. En cualquier caso, era evidente para todos lo mucho que ella admiraba a aquel hombre. Prácticamente revoloteaba a su alrededor con voz meliflua para darle los informes cada vez que aparecía en el despacho.
La máquina de escribir emitió un tintineo, indicando que el carro había llegado al final de la línea. Lo empujó de nuevo hacia la izquierda, al principio de una nueva línea, y continuó escribiendo. Al terminar, giró el rodillo para que la ficha holográfica saliese de la máquina limpiamente. La ficha, transparente y con brillantes letras en luz amarilla, quedó flotando en el aire mientras Molly examinaba con ojo crítico su trabajo. Se trataba de la segunda de dos fichas policiales que le habían encargado rellenar aquella tarde:

“Nombre del detenido: Viktor Svyatoslav.
Descripción física: Varón. 53 años. 1’89m de altura. Complexión fuerte, hombros anchos, atlético. Barba y bigote, pelo canoso, coronilla empezando a clarear. Perdió el ojo derecho en una explosión.
Procedencia: Nueva Rusia. Ingeniería de Aeronaves y Maquinaria de Guerra. Expulsado del Ejército con deshonor.
Motivo de la detención: Intento de robo en una propiedad gubernamental, con uso de explosivos. No opuso resistencia a la detención.”

“Nombre del detenido: Gaëtan Mertens.
Descripción física: Varón. 48 años. 1’78m de altura. Complexión fuerte, hombros anchos, más fuerte que rápido. Sin tatuajes ni marcas conocidas. Barba y bigote, pelo grisáceo.
Procedencia: Coalición de Provincias Belgas. Ingeniería Geológica y Minera.
Motivo de la detención: colaboración en robo en una propiedad gubernamental. No opuso APENAS resistencia a la detención.”

La eficiente Molly examinó minuciosamente ambas fichas. Pulsándolas con el índice, tomó las dos fotografías holográficas que había flotando a un lado sobre la mesa, con las caras de ambos individuos y su número de detención, y se dispuso a adjuntarlas a las fichas. Se quedó observando sus caras unos segundos, y negó con la cabeza, chasqueando la lengua en tono de desaprobación. “A su edad deberían estar pensando en pre-jubilarse, no robando al Ejército”, pensó.
Y entonces se oyó la explosión.

***

UNOS MINUTOS ANTES...

[Calabozo. Nivel -4. Prisión de GearMountain]

-Déjalo ya. ¿No te parece que ya nos has metido en bastantes problemas por jugar a los delincuentes? –refunfuñó con voz rasposa y grave Gaëtan, cruzándose de brazos y apoyando la espalda en la pared pétrea. Vestía el uniforme abotonado de los presos de Nueva Rusia, de un tono marrón con pretensiones de naranja, al igual que su compañero, aunque Viktor, al ser más alto y, digamos, menos curvilíneo que él en la zona abdominal, tenía un aspecto bastante más digno con aquello puesto. El ingeniero se encontraba muy ocupado examinando una rendija de la pared.
-¿Y decirrlo tú, que golpeasste a guarrdia en mandíbula cuando noss trrincarron? –replicó Viktor, con marcado acento, dando un golpecito en la pared con los nudillos -...io crreo, Marrty, que peorr no podemoss estarr. El rriesgo merrecía pena, ¿tecnología ultrrasecrreta guberrnamental parra estudiarr? Ni mejorres sueños de mí –suspiró-. ¿Tú segurro esste murro sserr lugar prreciso? –se aseguró, girándose para mirarle con su único ojo sano desde debajo de unas pobladas cejas canosas, al tiempo que señalaba un punto en la pared. Gaëtan asintió a regañadientes.
-Sí, hay una veta de arenisca más blanda. Los muy idiotas escogieron rocas conglomeradas para hacer este condenado agujero. Pero sigo sin entender cómo piensas sacarnos de aquí. Nos han quitado todo el equipo, amigo. No hay nada que hacer...-se retorció las manos con inquietud. Entre los efectos personales que les habían confiscado estaba su pipa; hacía muchos años que no pasaba tantas horas sin dar una calada, y empezaba a notar algo de ansiedad. Claro que quizá el estar encerrados en un calabozo, acusados de entrar a robar en un almacén del Ejército, tuviese algo que ver con aquel estado de ánimo.
Viktor sonrió de medio lado con suficiencia y se descubrió la muñeca. En ella había una pulsera de cuerda trenzada con un único abalorio de barro engarzado. Gaëtan le observó con incredulidad mientras su compañero se la desanudaba.
-Muy bonito. ¿Vas a seducir al guardia regalándole una pulsera en señal de amor? –inquirió, alzando una ceja . Viktor negó con la cabeza, sonriendo de oreja a oreja, y se acercó hasta él para mostrarle la pulsera. Frente a su nariz, rascó el abalorio con la uña, y debajo de la fina capa de barro apareció un material plástico de color gris. El geólogo lo reconoció enseguida.
-¿¿C4?? ¡¿ME ESTÁS DICIENDO QUE TODO ESTE TIEMPO HAS LLEVADO UNA CARGA DE C4 ATADA A LA MANO, Y QUE YO HE COMETIDO LA ESTUPIDEZ DE ACOMPAÑARTE EN ESTE MALDITO TRABAJO?! –exclamó, poniéndose lívido.
-Assí sserr, amigo de mí. Y esto –extendió la cuerda de la pulsera- sserr mecha impregnada en polvo inflamable- miró la expresión de horror de Gaëtan y se encogió de hombros-. ¿Qué? Funcionarr trruco, ¿no? Nadie quitarr pulserra a mí.

Viktor podía ser excéntrico, pero lo que nadie podía negar era que tenía buena mano para la ingeniería. Sobre todo, en cuanto a cosas que explotaban. En menos de tres minutos, el explosivo estaba montado y adherido en su sitio, y los dos colegas, tumbados boca abajo en el suelo en el otro extremo de la celda, a cubierto bajo los camastros.
-Bien...-gruñó el geólogo, apoyándose en los codos para mirar a Viktor-. ¿Y quién será el guapo que lo detone? Porque esa mecha tiene una longitud ridícula...
Sin mediar palabra, Viktor cogió un guijarro de los muchos que había desperdigados por el suelo y lo lanzó hacia la mecha. Pero erró el tiro. Gaëtan se dio una palmada en la frente.
-Tienes que estar de broma, Vitty...
-Oh, bueno, si tú no gustarr método, poderr irr tú missmo a encenderr mecha con pie. Perro io no lo rrecomiendo, más útil serr tú con doss piesess...
Ante aquello, el geólogo no tuvo nada que objetar, claro. Pero después de los primeros quince lanzamientos fallidos de Viktor, comenzó a perder la paciencia de nuevo.
-¡Al demonio! –refunfuñó, cogiendo él mismo una piedra-. Cada cual a lo suyo. Tú sigue volando chatarra y déjame los asuntos de rocas a mí- dijo, y lanzó.

Ni siquiera él esperaba tener tan buena puntería. La piedra rasgó la mecha, inflamando el polvo en que estaba impregnada, y encendiéndola. Ante los atónitos ojos del hombre, la mecha se consumió en menos de dos segundos y el C4 explotó estruendosamente, provocando una lluvia de fragmentos de roca y una enorme nube de polvo. Una sirena de alarma comenzó a sonar. Los dos amigos salieron tosiendo de debajo de los camastros. Gaëtan trabajosamente, Viktor emocionado cual niño pequeño.
-¡Ha, ha, mi amigo, tú buena mano! –exclamó, riendo a carcajadas, y dio una sonora palmada-. Perrro ahorra no tiempo parra fiestass, no. ¡Vamos! –dijo, y se arrastró a través del boquete que el explosivo había abierto en la pared. El geólogo le siguió un instante después, resignado.

***

Las galerías subterráneas de la prisión, además de ser recorridas frecuentemente por guardias, estaban llenas de sensores y trampas que liberaban chorros de vapor de agua o llamaradas, como aprendieron por las malas. Tras casi una hora corriendo por los corredores, con diversas quemaduras en la piel y la ropa, una puerta hermética de pesado metal pareció llamar la atención de Viktor, que se acercó a examinarla, apagándose con el índice y el pulgar la punta chamuscada del bigote, donde aún bailaba una llama. Se asomó por el ojo de buey, y Gaëtan, que estaba más rojo y sofocado que él, vio cómo se le iluminaba la cara.
-¿Qué hay ahí, tumbonas? –jadeó el geólogo, doblándose para respirar, apoyando las manos en las rodillas-. Cinco minutos más de carrera y entrego mi alma, lo juro... No tenemos edad para esto, Vitty...
Viktor giró la pesada válvula de bronce de la compuerta, que cedió con un chirrido. La empujó y pasó sin más al oscuro interior. Gaëtan se apresuró a seguirle. Era insensato entrar allí sin asegurarse de que no hubiese trampas, pero más insensato aún era quedarse en el pasillo. Entró y cerró a su espalda, sumiendo a ambos en la oscuridad total.

Entonces se oyó un “clic”. Un tubo luminiscente halógeno parpadeó en el techo y se encendió, primero más tenue, y poco a poco más brillante.
El geólogo miró a su alrededor. Se encontraban en un almacén. Apilados contra las paredes había toda clase de artefactos, desde escafandras y tecnoarpones hasta localizadores sinusoidales. Viktor estaba pegado a la pared, aún con el dedo sobre el interruptor, pero rápidamente se dirigió hacia una estantería, visiblemente aliviado: allí estaban sus ropas y efectos personales, amontonados unos sobre otros de mala manera.
-¡Tú mirrarr, Marrty!- exclamó, mientras le lanzaba su taladro a dos manos. Gaëtan lo atrapó en el aire justo antes de que le impactase en el estómago.
-¡¿Pero qué...?! ¡¡Ten cuidado, viejo loco, este material es delicado!! –rezongó, mientras giraba su querida herramienta en las manos, en busca de desperfectos. Parecía intacta, menos mal. Entre tanto, Viktor había tirado a un lado el uniforme de prisionero, quedándose en calzas, y se estaba poniendo su gastado peto marrón y remetiéndole por dentro la camisa, que luego se arremangó hasta los codos para proseguir llenándose los bolsillos de diversos artilugios de variadas formas y tamaños. Había barrenos de dinamita, bengalas, detonadores electrónicos, sensores, mecha enrollada en cantidades, y también se colgó una cantimplora a la cintura. Gaëtan la miró de soslayo, mientras se ponía sus propios pantalones y su cinturón sobre la camisa.
-Dime que es agua y no nitroglicerina.
Viktor se encogió de hombros de nuevo.
-Oh, bueno, poderr crreer lo que a tú hacerr feliz- dijo, sin más, y siguió recogiendo cosas. Alzó frente a sí un cachivache metálico con cara de tremendo alivio: una coquilla. Gaëtan no hizo comentarios al respecto mientras su compañero se la colocaba en su sitio. Al principio le había sorprendido, pero a estas alturas le conocía lo suficientemente bien para saber que toda protección era poca con Viktor y sus explosivos cerca. Claro que aquello no hacía menos ridículo el accesorio. Él mismo se colocó sus gafas extensibles macroscópicas, que en su opinión le hacían parecer más profesional, aunque no en la opinión del resto del mundo.

Aprovecharon también para proveerse de un par de pistolas ciclónicas extra, y unos petos acorazados ligeros, antes de atreverse a salir de nuevo al pasillo con cautela.

***

SEIS HORAS DESPUÉS...

[Hangar de superficie. Prisión de GearMountain]

-¡¡ARRANCA ESTE TRASTO!! –resopló Gaëtan mientras lanzaba fuera rodando de una patada un par de cuerpos inconscientes y cerraba de un portazo la compuerta de la cabina del dirigible. Viktor ya estaba dentro, frente a los mandos. El geólogo se había entretenido en el hangar activando el sistema que abría la cubierta del tejado de la prisión, mientras el ingeniero se hacía con el control del dirigible. La libertad estaba ahí arriba, pero aunque habían atrancado la entrada al hangar, los disparos y detonaciones amortiguados que se oían al otro lado de la misma dejaban muy claro que sólo disponían de unos minutos para salir de allí.
Gaëtan se dejó caer en uno de los asientos de cuero marrón y madera labrada junto al del piloto, y se ajustó el cinturón. Viktor parecía dudar de qué controles pulsar. El geólogo le miró, con la cara enrojecida y respirando como un fuelle.
-¿Sabes pilotarlo? –se atrevió a preguntar entre resoplidos, seguro de que no le gustaría la respuesta. Viktor siguió observando los controles con la concentración de un estratega jugando al ajedrez, intentando decidir el siguiente movimiento.
-No tenerr que serr difícil –murmuró el otro-. Veamos, si io pulsarr aquí... –apretó un botón de color rojo. Se oyó una explosión y uno de los barriles de gasolina situados a pocas decenas de metros frente al dirigible estalló en llamas. Viktor retiró rápidamente la mano del botón-. No erra ese.

Gaëtan alzó los brazos al cielo.
-¡Perfecto! –exclamó-. ¡Estoy en la cabina de un cacharro volador que debe pilotar un loco que hace explotar todo lo que toca, y perseguido por todos los soldados de esta maldita prisión! ¡Perfecto! ¡Toquemos botones al azar, a Vitty siempre le funciona!–soltó una carcajada y dio un par de puñetazos en el cuadro de mandos, desquiciado.

Se oyó un engranaje girando y un rugido, y el motor de vapor se puso en marcha. Las bombas comenzaron a insuflar aire caliente extra en el dirigible, y se oyeron dos fuertes golpes cuando la máquina liberó lastre automáticamente, comenzando el lento ascenso hacia la compuerta del techo.

Viktor le miró.
-¿Qué botón pulsarr tú? –en ese momento, la puerta del hangar explotó, y por ella entraron los soldados guardianes de la prisión, disparando enloquecidos- ¡Darr igual! ¡Vámonoss! – aulló el ingeniero, y tiró de una palanca. El ingenio de vapor comenzó a ascender a mayor velocidad, en mitad de un enjambre de balas. Por suerte, el armazón de acero se llevó la mayoría de los impactos, y en los nuevos modelos de dirigibles el aire del globo estaba compartimentado en balones independientes, de modo que aunque el globo principal se agujerease, podía seguir volando. Gaëtan cerró los ojos y se aferró al asiento. No disfrutaba de las alturas, él era más de descender a lugares profundos en la corteza terrestre.
-¡Vitty...si salimos de esta...Recuérdame que te golpee!
-¡De acuerrdo!-gritó Viktor, a los mandos, mientras maniobraba.
-¡Con fuerza!
-¡Perrro después de un vodka!
-¡Todo sea por golpearte!

Viktor volvió a apretar el botón rojo repetidas veces, apuntando a diversos bidones conforme iban ascendiendo niveles. Los soldados debían guarecerse de las explosiones, y no tardaron en oír sus gritos de frustración desde abajo, sabedores de que no podían perseguirles.
-¡JÁ! –gritó Viktor triunfalmente, agitando el puño en el aire-.¡Хуй тебе за щеку! ¡Сукин сын! –hizo un corte de mangas a los militares de abajo mientras el dirigible cruzaba al fin la compuerta y salía al exterior-. ¡Mirra, Marrty, nosotrros fuerra! –rió a carcajadas-. No estuvo mal, ¿ah?
Gaëtan seguía aferrado al asiento con los ojos cerrados y la piel ligeramente verdosa.
-Vitty...-susurró.
-Decirrme tú.
-Ve buscando algún sitio donde sirvan vodka. Necesito golpearte. Cuanto antes-dijo, abriendo los ojos con trabajo y media sonrisa.

Las risas de ambos colegas resonaron mientras el dirigible volaba a toda velocidad entre los jirones de nubes, hacia la libertad.

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