@Brimi_enana

Breve nota explicativa sobre el significado de los títulos en italiano utilizados en este relato:
•Capo o Don: Líder de la familia. Es la mano que ejecuta todos los planes y tiene poder total sobre su familia. Conoce todo lo que sucede en su organización y tiene la última palabra en todas las disputas y planes.
•Sottocapo: Es la mano derecha militar del Don, llamado a ser el próximo Capo de la familia. La inmensa mayoría de las veces se trata de un familiar directo del Don.
•Consigliere: Hombre de confianza del Capo, mano derecha no militar. Aconseja y asesora al Don, y se encarga de la diplomacia y de todos aquellos planes que el Don no puede llevar a cabo militarmente. El Consigliere suele ser un amigo de la infancia del Don, un hombre en el que confía plenamente.
•Padrone: Mentor y protector del Don. Es un hombre de total confianza que suele hacer las veces de caporegime.
•Caporegime: Se trata de un hombre que cuenta con la total confianza del Don. Cada Caporegime dirige un regime, es decir, un grupo de soldados que ejecutan militarmente las órdenes del Don o del Sottocapo.
•Pezzonovante: hombre importante. Posee dinero, contactos y es influyente en la sociedad.
•Gavooni : Rufianes. Matones de poca monta.



•El saneamiento de Little Italy (Nueva York, 1950) [Basado en “El saneamiento de la Comarca”].

El control de Little Italy ha cambiado de manos con el paso del tiempo. Las cuatro familias (Taccone, Brandello, Baggio y Zaccaria) se han disputado el poder en el barrio neoyorquino desde hace cincuenta años, pero en la última década, mediante negocios conjuntos y, sobre todo, matrimonios entre las familias, los Taccone, Brandello y Baggio han alcanzado la paz, unificándose bajo la mano de la familia Taccone. Sin embargo, dado a lo impetuoso y poco fiable del carácter de los Zaccaria, ésta familia quedó fuera del pacto. Henchidos de envidia, los Zaccaria han estado trazando planes en secreto para arrebatarles a las demás familias el control de Little Italy, planes que empiezan a dar sus frutos bajo el mando de Simone Zaccaria, que cuenta con la lealtad del caporegime “Serpiente” Grimaldi, y que ha conseguido embaucar a Lorenzo Saccoccio, un familiar lejano de los Baggio. Debido a la traición de Saccoccio, Simone Zaccaria ha ganado territorio, hombres y dinero, que ha utilizado para comprar más hombres con los que está asesinando a los colaboradores de las demás familias y extorsionando los negocios de las mismas, generando así enormes pérdidas para sus cuentas. Casi empobrecidos y con su poder menguado, los Taccone, Brandello y Baggio han decidido unirse en armas de nuevo y eliminar a Zaccaria. Para ello, contarán con la ayuda del Caporegime Samuele “el Bravo” Gambino y su regime (que actúa bajo órdenes de la familia Baggio) y con el agente Bill Whiteman y su cuerpo de policías sobornados, además de con los hombres cuyos familiares han sido asesinados y sus negocios extorsionados. A la cabeza de las familias el Capo, Don Pietro Taccone, y su hijo, el Sottocapo Pete Tacone, que cuenta con el consejo de su amigo y consigliere Michele Brandello, y con el capital, los hombres y la protección de Fredo Baggio, sobrino de Beppo Baggio, quien fue padrone de Don Pietro hasta que decidió retirarse a Sicilia, su tierra natal, para acabar allí sus días.

•Paladin Tuk – Don Pietro Taccone (Capo)
•Peregrin Tuk – Pete Taccone (Sottocapo)
•Meriadoc Brandigamo – Michele Brandello (Consigliere)
•Frodo Bolsón – Fredo Baggio (Padrone)
•Bilbo Bolsón –Beppo Baggio (Antiguo Padrone)
•Samsagaz Gamyi – Samuele “el Bravo” Gambino (Caporegime)
•Gordo Bolger – “Gordo” Bolghini (Hombre de confianza de Samuele)
•Saruman Zarquino – Simone Zaccaria (Capo usurpador)
•Gríma – “Serpiente” Grimaldi (Caporegime de Zaccaria)
•Lotho Sacovilla Bolsón – Lorenzo Saccoccio (Traidor a las famiglias, colaborador de Zaccaria)
•Will Pieblanco – Bill Whiteman (Policía comprado colaborador de las Famiglias aliadas)
•Tom Coto – Tomasino Cottoni (Amigo y suegro de Samuele Gambino. Colabora en los negocios de la Familia Taccone y tiene hombres a su cargo)
•Ted Arenas – Ted Arenzi (Pessonovante aliado con Zaccaria)



-Zaccaria va a intentar matarte, Pete. –Dijo con seriedad Don Pietro, mirando a su hijo fijamente, como evaluándole.
Estaba sentado en su antiguo sillón de piel, en su antiguo despacho de decoración clásica, en su antigua mansión de Staten Island.
-Lo sé. Pero si no acudo a su reunión pensará que hemos dado Little Italy por perdida. Pensará que ha ganado. –Respondió su hijo con seriedad.
Don Pietro Taccone sabía que su hijo tenía razón. No serviría de nada negar lo evidente.
-¿Irá Mike contigo?
-Así es. Llevaremos con nosotros a Sam, el chico de Fredo. Mike pensó que no sería sensato que Fredo viniera con nosotros por si, bueno…Por si no salimos de esta. –Dijo Pete con gran esfuerzo. –Ya sabes que es el último de los Baggio, ahora que el viejo Beppo está en Sicilia.
Don Pietro se tomó unos segundo para meditar antes de contestar.
-Has hecho bien en dejar que tu consigliere hiciera los planes. Aunque confío plenamente en ti, hijo mío, siempre has sido un imprudente. Un insensato. –Dijo el Don con una sonrisa de medio lado.
Pete no pudo evitar sonrojarse por la reprimenda de su padre. Seguía tratándole como a un muchacho por muchos años que pasaran.
Un claxon se escuchó en la calle.
-Samuele ya está aquí. Es la hora. –Aunque pretendía aparentar normalidad, Pete se encontraba realmente nervioso. Podía ser la última vez que hablaba con su padre. –Padre…Padrino…Yo…Si no volviera, dile a la mamma…
-Volverás. Vete ahora, tienes una cita con el diablo y no debes llegar tarde. –Dijo el Don con rotundidad, sin dejar que su hijo acabara de hablar. Luego, le abrazó fuertemente y le dio un beso en cada mejilla.
Sin mediar más palabra, Pete Taccone salió al encuentro del corpulento Caporegime. Samuele Gambino estaba sentado en el capó del Cadillac negro de la familia. Por su pelo rubio pajizo, más parecía irlandés que italiano, pero los Gambino eran una familia silciliana de pura cepa. Detrás de su coche se encontraba otro idéntico, lleno de hombres del regime de Sam seguramente.
-Buenas tardes, Don Taccone. –Dijo Sam apeándose del capó del coche y adecentándose la ropa. –El señor Brandello le espera dentro. –Luego, le abrió a la puerta al Sottocapo.
Pete asintió con seriedad y se metió dentro del coche. “Gordo” Bolghini, sentado en el asiento de copiloto, inclinó la cabeza respetuosamente. Su consigliere y amigo Michele le sonrió con afectividad.
-Hola, Pete. ¿Cómo te encuentras? –La voz de Mike sonaba seria pero cariñosa.
-La verdad, creo que el corazón se me sale del pecho. –Pete rebuscó entre los bolsillos de su gabardina con nerviosismo. -¿Tienes un cigarro, Mike? Se me han olvidado.
-Fumas demasiado, Pete. –Dijo Mike con una sonrisa de medio lado y seguidamente le tendió a su amigo un cigarro. Luego, sacó su mechero de plata y lo encendió. –Relájate. Los planes no pueden fallar. Todo está medido al milímetro.
Sam arrancó y se pusieron en marcha. La reunión sería en el Hotel Waldorf Astoria, en Midtown. No tardarían más de media hora en llegar.
-Los planes siempre pueden fallar, Mike. –Dio una larga calada y soltó el humo. Tenía que relajarse.
-Vamos Pete, aunque Saccoccio sea un traidor, no permitirá que Zaccaria nos mate. Eso significaría su muerte. –Dijo Mike con tono tranquilizador.
-Nadie ha visto a Lorenzo Saccoccio desde hace meses. Tengo informadores vigilando sus negocios día y noche. –Pete suspiró. –No lo sé, Mike, pero creo que Zaccaria le ha eliminado.
Mike miró a su amigo con desazón, sabedor de que lo que decía el Sottocapo era perfectamente posible.
-De ser así, Zaccaria habría perdido toda oportunidad de reconciliarse con las Familias. Si es que existiera siquiera una oportunidad…
-Después de sus actos todas las familias le quieren muerto. Especialmente los Taccone…Pero no sería diplomático –Pronunció esta palabra con un tono burlesco –ejecutar a Zaccaria sin que él nos ataque primero.
-No digas sandeces, Pete. ¿No consideras ataques todos sus atentados contra nuestras propiedades? ¿Todos los hombres que ha matado por puro rencor?
-¿Tienes, acaso, pruebas de que todos esos atentados hayan sido cosa de Zaccaria? Si es así, muéstramelas, por favor, y le meteré una bala en la frente en cuento le tenga delante.
Mike miró al suelo. Era cierto, no tenían pruebas.
-No, Mike. –Continuó Pete –Es obvio que todo ha sido cosa de Zaccaria, pero se ha encargado de enmascararlo bien. Ese bastardo compró a los agentes adecuados, y fue inteligente al contratar a gavooni con antecedentes para hacer el trabajo sucio.
-Hablando de agentes, ¿crees que Whiteman hará bien su trabajo? –Preguntó Mike con gesto serio.
-Estoy seguro de que hará bien su trabajo. Le pagamos para que así sea. Además, nunca nos ha fallado. No nos fallará ahora. –Pete estaba totalmente seguro cuando pronunció esas palabras.
-¡Mierda! –Se oyó mascullar a Sam. –Un control policial, en la entrada del puente.
“Gordo” Bolghini hizo un ademán de esconder el arma que llevaba bajo el asiento, aunque no era fácil esconder una Thomson.
-No os preocupéis muchachos, yo me encargo. Es un viejo conocido.
Sam detuvo el coche ante el control y el agente golpeó la ventanilla con la porra para que la bajara. Sin embargo, fue Pete quien bajó la ventanilla y no Sam.
-Buenos días, agente Marshall. ¿Cómo está el tráfico? Tenemos prisa.
El agente fingió no sorprenderse al ver al Sottocapo.
-Señor Taccone, qué sorpresa. Lo cierto es que hay un poco de atasco. –Dijo el agente mientras trataba de mirar disimuladamente el interior del coche.
-Es una lástima. –Contestó Pete fingiendo consternación. –Me temo que ya llegamos tarde.
-Lo siento, señor Taccone, pero voy a tener que registrar el vehículo. –Su mirada estaba fija en el mango de Thomson que asomaba entre las piernas del copiloto. –Es algo rutinario, no se preocupe.
-Vamos Robin. –Dijo Pete dejando a un lado los rodeos. –Nos dirigimos a una reunión muy importante. Déjanos pasar, por nuestra vieja amistad. –La mirada del Sottocapo estaba fija en la del agente.
Robin Marshall volvió a mirar, sin disimulo alguno, el interior del vehículo pera luego fijar su mirada en la de Pete. Tras un momento de meditación, resopló e hizo un gesto con la mano.
-Adelante. Pero no nos metas en problemas, Pete. Te lo suplico. –Dijo mirando fijamente la ametralladora del copiloto.
Pete asintió y sonrió como un niño.
-Muchas gracias, agente. Dile de mi parte al comisario Whiteman que te deje probar un poco de la hierba que incautó el otro día a mis muchachos del Bronx. Sé que te gustará. –Miró fijamente al agente, que se había girado para comprobar que sus compañeros no habían oído nada. –Y por cierto, el coche de atrás va con nosotros.
Sin más palabras, Pete subió la ventanilla y Sam se puso en macha de nuevo.
-Un día de estos conseguirás que nos encierren a todos, Pete. Solo a ti se te ocurre sobornar a un policía con hierba. –Mike intentó regañar a su amigo, pero su voz no sonó tan seria como pretendía.
Pete río fuertemente.
-Robin y yo somos viejos conocidos. Te aseguro que no será la primera vez que fume nuestra hierba.
Mike río a desgana y luego miró a su amigo con seriedad.
-Lo que vamos a hacer hoy es muy peligroso, Pete. Sé que eres consciente de ello.
El Sottocapo asintió. Todos sus intentos por olvidarse de lo que estaba pasando cayeron en saco roto.
-Lo sé. Dime, Consigliere. ¿Crees que saldremos vivos de esta? Sé honesto, por favor. Si me mientes voy a darme cuenta. –De repente, dejaron de ser amigos y se convirtieron en un Sottocapo y su Consigliere.
-No sé qué decirte, Pete. Se supone que esto es una reunión de negocios. Eso nos da seguridad y nos vuelve vulnerables al mismo tiempo. Zaccaria ha asegurado que pretende firmar la paz con las Familias, pero la palabra de Simone Zaccaria no vale nada.
Pete asintió, meditabundo.
-Si quisiera librarse de sus enemigos –prosiguió Mike –lo tendría demasiado fácil. De hecho, no tendrá jamás una oportunidad mejor que esta para hacerlo. En la reunión habrá miembros de todas las familias.
-No, amigo. Fredo no acudirá. Acordamos que, al ser el último Baggio, no sería sensato arriesgarse.
Sam tosió voluntariamente y Mike fijó la vista en el suelo.
-¿Qué me estáis ocultando? –Clamó Pete con gravedad.
-Fredo insistió en que no sería honorable esconderse mientras nosotros arriesgamos nuestras vidas. –Contestó Mike con arrepentimiento.
-Está en el coche que nos sigue, ¿cierto?
El silencio que obtuvo como respuesta lo decía todo.
-Dijo que si venía con nosotros le echarías del coche –Dijo Mike finalmente –así que llamó a unos cuantos hombres de Sam y se encargó de que le trajeran un vehículo. Lo siento, Pete.
-Y mi padre me llama a mí insensato… -Su tono de voz no era de enfado, sino de afligimiento. – Si salimos de esta pienso decirle un par de cosas a Fredo. Y a vosotros debería daros vergüenza… Tratar de engañarme a mí. –Pete resopló con gran indignación.
Un silencio incómodo inundó la atmósfera del vehículo hasta que Sam se detuvo ante la fachada del Hotel Waldorf Astoria.
-Bueno, estamos aquí. –Dijo con consternación el caporegime.
-Espero que podamos decir eso dentro de unas horas. –Contestó el Sottocapo.

*****

Bill Whiteman estaba sentado en su oficina ante un montón de papeleo. Con los codos sobre la mesa y la cara entre las manos, se prometió que jamás volvería a meterse en los asuntos de la mafia. La semana pasada recibió una llamada de Don Pietro Taccone. Las órdenes eran claras, el martes tenía que hacer una redada y limpiar Little Italy de los hombres de Zaccaria. Whiteman intentó negarse, pero el Don supo como convencerle. Al fin y al cabo le debía un favor. Y lo cierto es que Taccone tenía razón, no tendrían una oportunidad mejor para desmantelar los negocios de Zaccaria. Tenían que hacerlo mientras las familias se reunían.
Whiteman miró su reloj de bolsillo. Era la hora. Con desazón, se levantó de su incómoda silla y se colgó su revolver del cinturón. Se sentía viejo ya para redadas, pero le había prometido al Don que dirigiría la operación personalmente, y bajo ninguna circunstancia se atrevería a mentir a Pietro Taccone. Salió de su oficina y se reunió con sus agentes, que ya estaban preparados. Mientras se montaba en el coche, se dijo que si salía de esta se jubilaría.
-Ya está todo liso, señor. –Dijo uno de los agentes.
-Buen trabajo, Johnny. ¡Muchachos, a los vehículos! ¡No tenemos tiempo que perder!
Los hombres obedecieron y Bill les observó mientras corrían hacia los coches. Luego, les siguió apesadumbrado. Se prometió que si salía de esta se iría a vivir lejos, donde no volviera a escuchar una sirena. Si salía de esta.

*****

Se habían reunido en el ático del hotel. En la habitación, amplísima y bien iluminada mediante unos inmensos ventanales, solo había una mesa que ocupaba toda la parte central del ático. En ella, había acodados representantes de todas las familias.
Pete Taccone estaba sentado al lado de su amigo Michele Brandello. De pié tras ellos, se encontraban “Gordo” Bolghini y algunos hombres más del regime de Sam. Al lado de Mike, estaba sentado Fredo Baggio. A su espalda, con los brazos cruzados sobre el amplísimo pecho, estaba Sam. En el otro lado de la mesa se encontraban algunos pezzonovates que habían conseguido enriquecerse en América. Entre ellos estaba Tomasino Cottoni, amigo de las familias unificadas y, además, suegro de Sam. A su lado, el impertinente Ted Arenzi, un empresario que acababa de heredar el negocio de su padre y que desde el principio de los conflictos se posicionó en el bando de Zaccaria. Ambos pezzonovantes estaban respaldados por sus respectivos matones, que pese a sus vestimentas caras y su aspecto sofisticado, no dejaban de ser gavooni de poca monta. Presidiendo la mesa estaba Simone Zaccaria. Se encontraba rodeado por hombres de aspecto amenazador, todos ellos comandados por “Serpiente” Grimaldi, un hombre de tez pálida y aspecto enfermizo. Aunque Zaccaria era un hombre de avanzada edad, se le veía saludable y podía resultar muy intimidante. Poseía una mirada penetrante que escudriñaba a todos los hombres de la sala, sabedor de que él tenía el control sobre lo que allí sucediera.
-Gracias a todos por aceptar mi invitación. –Empezó Zaccaria con voz melosa. –Bienvenidos, Pete Taccone, Michele Brandello y Fredo Baggio. Bienvenido sea Tomasino Cottoni, y por supuesto, bienvenido Ted Arenzi, quien me ha ayudado a organizar esta reunión. –Inclinaba la cabeza a modo de saludo a la par que recitaba los nombres de los allí presentes. Luego abrió los brazos y agitó ligeramente las manos. –Bienvenidos todos los aquí presentes.
-Gracias a ti, Don Zaccaria. –Se apresuró a decir Ted Arenzi. –Es un placer gozar de tu compañía…Y de la de estos hombres de honor, por supuesto.
“Don Zaccaria”, pensó Pete. “Arenzi acaba de delatarse, por si no era ya suficiente evidente de quién era simpatizante.”
Los demás hombres de la sala se limitaron a inclinar la cabeza.
-Bien, el motivo de esta reunión es sabido por todos. La situación de las familias se ha tornado algo desagradable últimamente. Todos estamos de acuerdo en eso, ¿cierto?
“¿Se ha tornado? Tú lo has provocado, miserable” Pensó Pete, pero se limitó a asentir de nuevo.
-Amigos, amigos…Fuimos aliados en un pasado. ¿Por qué hemos dejado que las adversidades y el tiempo hayan quebrantado nuestra hermandad?
Era el momento de hablar. Pete tomó una bocanada de aire y la expulsó lentamente por la nariz.
-No ha sido el tiempo lo que ha quebrantado nuestra antigua hermandad, Señor Zaccaria. –Pronunció el nombre de su enemigo con tono cortante, dejando claro que él no lo consideraba un superior. –Han sido vuestros actos. Vuestros atentados contra los negocios de los hombres aquí reunidos. Vuestros atentados contra las familias.
Zaccaria soltó una carcajada y fijó sus amenazantes ojos grises en los de Pete.
-Vaya, parece que el Don –Dijo con tono burlesco – ha dejado salir a jugar al niño. Dime, Pete, ¿por qué te ha enviado tu padre y no ha venido él en persona? ¿Es que teme avergonzarse al verme de haber excluido a la familia Taccone? ¿Teme darse cuenta al verme de que no le temo, teme darse cuenta de que nunca le rendiré pleitesía? -Los hombres de Zaccaria estallaron en carcajadas, así como Ted Arenzi.
-Mi padre es un anciano. Él ya no está al mando de la familia Taccone. Ya no está al mando de las familias. ¿Por qué habría de asistir a esta reunión si él ya no tiene poder alguno?
-Sí, supongo que tienes razón. –Dijo Zaccaria con gesto de repugnancia. –Pero bueno, no nos vayamos por las ramas. Os he reunido aquí para hablar de negocios.
-¿No sería descortés empezar a hablar de negocios sin esperar al señor Saccoccio? –Preguntó Fredo Baggio.
Zaccaria torció el gesto en una sonrisa de medio lado y lanzó una mirada de reojo a su caporegime Grimaldi.
-Saccoccio está durmiendo con los peces, señor Baggio. Pensé que a estas alturas ya debíais de saberlo. O, como mínimo, sospecharlo.
El rostro de Fredo se tiñó de ira y Pete hizo ademán de levantarse violentamente de la mesa, pero Mike le tiró de la manga y le obligó a sentarse de nuevo.
-¿Quieres decir que la muerte de Saccoccio es obra tuya? –Preguntó Mike astutamente.
Zaccaria rió de nuevo, mirando fijamente al consigliere.
-Oh, claro que no. Solo os informo de dónde está Saccoccio, por si queréis ir a hacerle una visita. –Zaccaria recorrió con la mirada a los hombres allí reunidos. Luego prosiguió con su envenenado discurso. –Basta ya de rodeos. Os diré bien claro lo que quiero. Todo. Lo quiero todo. Mi familia ha sido insultada desde que los Taccone, los Brandello y los Baggio se unieron. Ahora me las vais a pagar. Ya poseo la mayoría de vuestros antiguos negocios. Qué se le va a hacer, supe aprovecharme de la oleada de asaltos que sufrieron. –Sonreía irónicamente, torciendo el rostro en un gesto grotesco. –Vosotros habéis sido siempre muy orgullosos. Pues eso se acabó. Quiero que me cedáis vuestros negocios, vuestros contactos, vuestra influencia. Ahora soy el Don.
Los allí reunidos no daban crédito a lo que estaban escuchando. Esto era una declaración de guerra. Un auténtico insulto al verdadero Don. Algo impermisible.
Brandello se disponía a decir algo cuando Pete hizo un gesto para que se callara.
-Me temo, señor Zaccaria, que me voy a tener que negar ante tales peticiones. –Declaró orgullosamente Pete.
-En ese caso... –Zaccaria hizo un gesto con la mano y al instante todos los hombres que le respaldaban desenfundaron sus armas y apuntaron a los allí reunidos. –Acepta mis exigencias o muere. Así de sencillo.
Pete tragó saliva y trató de no mostrarse tan aterrado como lo estaba realmente.
-De ninguna manera.
-Está bien. Entonces morid.
Pete cerró los ojos y esperó la muerte. Podría haber sido peor, al fin y al cabo un disparo era una manera rápida de morir.

La puerta del ático se abrió violentamente y una procesión de incontables policías armados irrumpió en la estancia, apuntando a los hombres de Zaccaria, que dejaron caer sus ametralladoras al suelo.
“Gracias a Dios” pensó Pete. “Un minuto más tarde y estaríamos todos muertos”. El Sottocapo se giró y vio a Whiteman a la cabeza de la horda de agentes. El comisario inclinó la cabeza en símbolo de respeto y Pete sonrió como un niño, sin poder evitarlo. Luego, se giró para clavar sus ojos en los de Zaccaria, cuyo rostro se había descompuesto en una mueca de terror.
-Muy bien, señor Zaccaria. Por todos es sabido que es usted un alma caritativa, así que hemos asumido que devolverá a sus antiguos dueños sus negocios y sus territorios. ¿Cierto?
Zaccaria negó con la cabeza, encolerizado.
-¡Jamás! ¡Nunca!
-¿No? Bueno, qué se le va hacer. –Pete se giró de nuevo para dirigirse al comisario Whiteman. –Will, ¿eres tan amable de informar al señor Zaccaria respecto a la situación de sus negocios?
-Por supuesto, Don Taccone. –Will Whiteman se aclaró la voz mediante un par de tosidos. –Señor Zaccaria, todos sus negocios han sido desmantelados. Hemos encontrado varios alijos de armas ilegales, así como de drogas. Suficiente como para meterle en la cárcel de por vida. Además, se le acusa del asesinato de Lorenzo Saccoccio. Eso es una cadena perpetua, me temo.
Zaccaria se levantó de su asiento encolerizado.
-¡Yo no maté a esa sabandija de Saccoccio! –Soltó una carcajada aterradora. –Díselo Serpiente, diles quién mató a Saccoccio. ¡Díselo, miserable!
Grimaldi temblaba, con el rostro más pálido que nunca. Como un resorte, saltó sobre Zaccaria empuñando una navaja que pareció aparecer en su mano como por arte de magia.
Pete oyó como Whiteman le gritaba al pálido caporegime que se detuviera, pero ya era tarde.
-Pietro Taccone te envía recuerdos. –Susurró Grimaldi en el oído de Zaccaria mientras le hundía la hoja de la navaja en la yugular. Luego, cayó abatido por dos disparos en el pecho.
Pete observó los cadáveres de Zaccaria y de Grimandi, que yacían sobre un lecho de sangre, y luego se giró, asqueado.
-Justo a tiempo, Will. Nunca dudé de tu efectividad.
El corpulento comisario sonrió complacido y señaló a Ted Arenzi con la cabeza.
-¿Qué hacemos con éste?
Pete miró al pezzonovante con una sonrisa de medio lado.
-Llévatelo, por favor. Su presencia me repugna.
El comisario Whiteman hizo un gesto con la cabeza y al instante unos agentes se acercaron a Arenzi y le esposaron.
Pete se estiró y soltó un largo suspiro. Luego, se acercó a su amigo y consigliere.
-Mike, llama al Don y dile que Zaccaria ha sido eliminado. Dile que Little Italy ha sido saneada.

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