_Eldarion_

[OFF] · @_Eldarion_

3rd Jan 2014 from TwitLonger

Nombre y apellido: Eldred Telconson

Edad:25

Lugar de nacimiento: Washington DC

Parentescos: MUCHOS, la mayoría o policías o médicos. Familia de tradiciones (?)

Ocupación: Camarero y "dueño" (vamos, es él el que da la cara por el negocio) en el mejor pub de Drewbor (pequeña descripción de la autora: [...] Le llamó la atención la silueta del dragón rojo pintado sobre sus cabezas, rodeado de unos círculos dorados que ocupaban todo el techo de la habitación e incluso la parte superior de las paredes, como si resbalasen por ellas; [...] La fachada del local ocupaba casi media manzana desde la esquina en ambas direcciones. Unos paneles de madera de roble cubrían todo el exterior, a excepción de un par de ventanas y la puerta principal. Había otro acceso por la parte trasera que desembocaba en un callejón interior. Unas lámparas de pared con el diseño de apliques antiguos de bronce se disponían en hilera por debajo de una estrecha cornisa. Las ventanas no estaban hechas con cristal translúcido, sino con una gruesa vidriera de rombos en rojo carmín y verde esmeralda a través de los que era complicado ver el interior. Sobre la puerta principal de roble macizo con varias cerraduras de seguridad, una tabla de madera con retroiluminación rojiza que en aquel momento estaba desconectada rezaba en letras doradas: “Smaugden, Irish tavern”.).

Otros datos de interés y pequeña descripción de Eldred (también según la autora): Llevaba puestas las gafas de sol aunque el día había amanecido tan nublado como de costumbre. Había tomado en casa un par de tostadas y un café de sobre bastante insípido pero con la suficiente cafeína para espabilarse recién levantado. En cuanto salió a la calle levantó la vista buscando uno de los balcones del edifico frente a su casa: estaba repleto de plantas; sobre todo, flores blancas. Permaneció unos segundos masticando su chicle sin apartar la vista, esperando que alguien asomase, pero pensó que quizá esa mañana había salido a regar las macetas antes de lo habitual.
Recolocó el cuello de su cazadora sin darle más importancia al asunto y echó a andar con zancadas amplias y despreocupadas, casi como si se moviese bailando. Estaba contento, no tenía motivos para no estarlo. Había dormido seis horas pero se sentía descansado, consiguió levantarse a la primera en cuanto sonó el despertador. Tenía un mensaje agradable en el teléfono deseándole buenos días.
Giró en Rodereur hacia la derecha, dirección norte. Un par de universitarias revisaban el montón de anuncios sobre alquileres y ventas de bicicletas de segunda mano que empapelaban una cabina telefónica. Cuando la primera le vio acercarse dio un codazo a la otra sin tratar de disimular la llamada de atención y ambas dejaron escapar una risilla traviesa cuando el joven pasó a su lado.
– Buenos días, señoritas –las saludó, inclinándose como un caballero y fingiendo que se quitaba el sombrero ante su presencia.
Aquello descontroló el volumen de su risa, contagiándole a él. Definitivamente estaba de buen humor. Pese al encuentro con la vecina nueva. Parecía bastante arrogante, algo que no le importaba siempre que no diera problemas a los demás. Si era de esas chiquillas delicadas con el sueño ligero, tarde o temprano le molestaría su costumbre de llegar a casa de madrugada. Cruzó un instante los dedos esperando que no fuese aquel el caso.
Un par de manzanas adelante (Rodereur era una calle bastante larga aunque de arcén estrecho) pasó por delante de la farmacia. Avanzó un par de zancadas por inercia, pero acabó por detenerse y volver atrás sobre sus pasos. Había un hombre moreno con perilla atendiendo a una mujer mayor en el interior. Se quedó plantado frente a las puertas en mitad de la acera y cuando su figura llamó la atención del farmacéutico, quien levantó la vista para mirarle, el chico de las gafas levantó la mano con el dedo corazón extendido en un gesto poco amistoso.
– Capullo… –murmuró el farmacéutico entre dientes.
Casi instantáneamente recibió un manotazo en el cogote de su compañera de trabajo que pasaba por detrás de él cargando unas cajas de medicamentos.

Hinchó el pecho, orgulloso de su ocurrencia, y retomó su camino. Paró en una tienda de animales para encargar un saco grande de comida de perro y luego recorrió un par de calles más estrechas zigzagueando por la cuadrícula de la ciudad hasta su destino final: la esquina de Crimson con Flakery, donde se encontraba el Smaugden.

[...] Se había emancipado prácticamente al cumplir la mayoría de edad. Se ganó la vida haciendo trabajillos aquí y allá, nada concreto. Sus padres vivían separados, cada cual en un país diferente y nunca fue capaz de elegir con cual quedarse. Se quedó con ambos y con ninguno al mismo tiempo. De todos modos se las ingeniaba bien para salir adelante, era un chico optimista, atractivo y disfrutaba con las pequeñas cosas de la vida. Cuando un amigo le ofreció la oportunidad de asociarse para montar el Smaugden, aceptó sin pensárselo dos veces. Aun a sabiendas de que él sería quien diese la cara públicamente por el negocio. Su socio tenía suficiente con invertir el capital necesario para que todo marchase sobre ruedas y Eldred se encargaba precisamente de eso. De todos modos le encantaba el ambiente lleno de vida del bar por las noches, pasar tiempo con sus amigos aunque tuviese que servir en la barra y quedarse despierto hasta tarde. Lo único malo era combatir las ojeras que le hinchaban los ojos por mantener aquel horario tan poco saludable.

Su madre vive en Dublín y es escritora y su padre en Washington, y es agente del FBI.

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