Luinwen

Luinwen · @Luinwen

30th Dec 2013 from TwitLonger

@goblinoide [no sé si sirve para el concurso así que no lo metas. Pero lo dejo expuesto XD]

Por aquel entonces, Luinwen contaba con apenas cuatro años. Antes de perder a su familia. La vida en Annúminas era realmente tranquila. La mujer de Lonen, su padre, había muerto prematuramente en el parto y desde entonces la niña había sido criada por su padre, un dúnadan al servicio de su rey. Debido a esto, Luinwen pasaba la mayor parte del tiempo sola.

El día de navidad de su treceavo año, Lonen regresó delas montañas a lo que serían sus últimas navidades con su hija. Su pequeña guerrera. Todas las navidades volvía para cenar con su hija en navidad y ver cómo se encontraba. Se estaba convirtiendo en una mujer muy bella, al igual que su madre. Fuerte, tenaz, inteligente y sabia. Su padre le había formado en la guerra y la estrategia para que nunca dependiese de nadie y se pudiese defender, aunque nunca pensó que ese día llegaría.

Sin embargo, en el transcurso de una navidad a otra, Lonen perdió la vida en un ataque de los orcos. Dada la noticia a la montaraz, ésta dispuso todas sus pertenencias al resguardo de sus vecinos (los padres de su amigo Lothean) y con un fardo, la espada de su padre encontrada en las montañas, dos dagas y un arco, emprendió su viaje a las Emyn Uial. Únicamente llevaba un recuerdo de antaño. Un fular de su madre atado al cuello y el sello que su padre había heredado de su padre y que ahora era suyo.

Los primeros días buscó a los orcos que le habían arrebatado a su padre. Hacía frío y llovía a menudo así que Luinwen hizo una cabaña con lo que pudo y ahí esperó. Cazaba para comer, aunque casi siempre crudo para no llamar la atención. Había desaparecido, alguien podía estar buscándola.

Ya habían pasado casi dos años, si no se equivocaba. Había ido marcando un árbol por cada jornada que pasaba para saber en qué día se encontraba, y pronto haría dos años de aquel incidente. Los recuerdos se agolpaban en Luinwen sobre la última navidad pasada con su padre….

Una pequeña entraba jugando con una espada de madera en busca de su padre. La niña era rechoncha y pequeñita, con unos cabellos largos y con reflejos ocres. Llegaba navidad y corría de lado a lado feliz gritando lo que quería para navidad

- ¡Quiero un caballo grande! Combatir como papi contra los malos. Ser una guerrera valerosa a la que teman todos los hombres malos.

Lonen, la miraba divertido. Aquellos ojos saltones y grises que tanto la caracterizaban, brillaban de modo especial cuando hablaba de caballeros y batallas. Sería una gran luchadora por ella y los demás y él esperaba verlo algún día.

- Eres demasiado pequeña todavía para tener un caballo, corazón.
- ¡Pero yo quiero un caballo!
- ¿Qué tal una muñeca?
- Con una muñeca no puedo proteger a nadie

La niña miró a su padre ceñuda. Nunca le habían gustado las muñecas. No era como las niñas de la ciudad.

El día de navidad llegó y cerca del hogar, un gran paquete esperaba. Luinwen, muy lista y espabilada para su edad miró a su padre ceñuda, sin soltar su juguete favorito, su espada de madera.

- Papá, esto no es un caballo. No lo quiero
- Luinwen, pequeña, ábrelo seguro que te gusta

A regañadientes, la pequeña abre su regalo y..

- ¡Un caballo! –entusiasmada, se monta sobre él. Mira a su padre resplandeciente pero con una mirada escrutadora- No me olvido papá. Quiero uno de verdad cuando sea mayor. Así podré proteger a mis amigos y mi familia.



… Un ruido la sobresaltó. Se había quedado dormida y alguien la miraba desde arriba.

- ¿Quién sois? –pregunta temerosa ante el desconocido

Sin respuesta alguna, otro hombre sale de la foresta mostrando su cara. ¡Era Lothean! O eso creía.

- Hola Luinwen
- ¿Lothean?

Lothean había crecido, ya era un hombre. Tenía varios años más que ella y ya formaba parte de los montaraces bajo las órdenes de Halbarad. Había oído hablar mucho de ese capitán a su padre, pero no tenía el honor de conocerle. Sin embargo, algo le asaltaba las dudas a Luinwen.

- ¿Qué hacéis aquí?

Lothean, ofendido ante tal pregunta se acerca a su amiga y la observa detenidamente

- El tiempo te ha debido tratar mal, amiga. Sin embargo y para nuestra fortuna, has sobrevivido. Llevamos tiempo buscándote y has escapado a nuestras partidas de búsqueda, hasta hoy –dice complacido ofreciéndole una mano- Hoy, por fin, podrás volver a casa.

Luinwen se aparta de golpe.

- No podéis hacer eso. Vine con una intención y pretendo cumplirla. Ya sea con mi propia vida.
Ante esas palabras, otro hombre se acerca a Luinwen y le posa una mano en el hombro. La calma que de pronto la agolpa, le asusta. Algo en su mirada le hacía tranquilizarse.

- No es momento para eso, Luinwen, hija de Lonen. La culpa, la venganza… nada te ayudará a afrontar el desánimo de vuestro padre, un amigo muy preciado para muchos. Serías de más ayuda, salvando las vidas de aquellos que confían en nosotros. –dice muy calmadamente- Soy Halbarad, capitán de los montaraces, y te ofrezco unirte a nosotros para que puedas ayudar a tus seres queridos. Somos una familia en la que todos nos cuidamos. Tú, hija de tu padre, serás más que bienvenida entre nosotros.

- Pero soy una mujer –dice perpleja la joven- nunca he oído hablar de mujeres bajo vuestras órdenes –observa al capitán temblorosa
- No te preocupes. Tú serás quien comience la historia. Serás la primera de muchas –le sonríe infundiéndole ánimos- Espero un sí
- De acuerdo…

Tras estas palabras, Luinwen observaba a su nuevo capitán con devoción. Esta devoción se convirtió en orgullo, satisfacción y poco a poco fue como un hermano para ella. Ya no volvió a pasar las navidades sola, pues pasó de tener solo a su padre, a tener una gran familia. Una familia en la que todos eran hermanos y en la que ellos habían adoptado a una hermana.

Las navidades se celebraban en un salón muy modesto, en la que nunca faltaba cerveza. Todos reían y fumaban contando historias reales o inventadas, nunca se sabía en realidad. Sin embargo, todos eran uno, y uno consistía en todos.

Lo que más divertía a Luinwen era el momento en el que todos se regalaban algo. Accesorios para las espadas… para guardar el tabaco… una pipa nueva… tabaco… Hacía ya dos navidades que Luinwen no recibía nada en navidad y por ello no esperaba nada. Sin embargo, Lothean le dijo que saliese a la calle. Halbarad, tras el humo de su pipa y con una media sonrisa en la boca se levanta y empuja suavemente a la reservada Luinwen. Fuera había atado a un tronco, un caballo de cabellos marrones.

- Es para ti, Luinwen –anima Lothean a que se adelante hacía éste
- ¿Para mí?¿un caballo? Pero…. –avergonzada por el regalo, pues no había regalado nada, se acerca al caballo –¡pero si es una yegua! –grita divertida, volviendo a ser ella misma, la chica que nunca perdía la sonrisa de la cara.
- Aglaril –grita Halbarad entre el gentío- creo que ese sería un buen nombre para tu yegua, ¿no crees? Fue el mismo Lonen quien se lo puso para regalársela a su hija al regresar.

Luinwen, sonrojada y nerviosa. Sin saber qué hacer, se acerca a ambos seria. De pronto, abre los brazos y los abraza emocionada.

- Gracias. Me habéis salvado. Nunca creí vivir una navidad de nuevo.

El regalo que su padre le guardaba, finalmente había sido entregado por navidad.

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