@Goblinoide

La nieve, que ya había cesado de caer sobre Minas Tirith, le había dado a la Ciudad Blanca un nuevo significado.
En el Patio del Árbol, en la parte más alta de la Torre Blanca, dos hobbits descansaban sus brazos sobre el baluarte de la muralla y miraban las tierras de Gondor con ojos cansados. Blanca era la ciudad sobre la que se erguían, blanco el Árbol que se alzaba majestuoso, blanca la nieve sobre la que descansaban sus grandes pies, y blancos eran los cabellos que coronaban sus cabezas. Se llamaban Merry y Pippin, y eran los hobbits más altos de la historia de los hobbits. Aunque a decir verdad, uno de ellos era un poco más alto que el otro.
-Pip, viejo amigo. –Dijo el más alto de los dos.
-¿Sí, Merry?
-¿Recuerdas las Primeras Nevadas en la Comarca?
Pippin se tomó unos segundos para recordar y, tras un largo suspiro y una sonrisa nostálgica, respondió.
-Por supuesto que sí…No podría olvidarlas por muchos años que pasaran.
-Era el día más esperado del año. –Dijo Merry con una gran sonrisa. –Las colinas se llenaban de luces y los ojos de los hobbits rezumaban felicidad.
-A mí me gustaba porque había mucha comida. Mi madre me dejaba desayunar tres veces, almorzar cantidades ingentes de dulces, comer un par de veces, dos meriendas y tres cenas. Y el pastel de zanahoria. Oh, ese pastel, Merry. Ese pastel me hacía feliz. –Dijo Pippin, haciendo círculos con la mano sobre su prominente barriga.
Merry le golpeó el hombro con su vieja mano.
-¿De veras eso es todo lo que recuerdas de las Primeras Nevadas? –Clamó Merry con sorna. –La tía Eglantina siempre fue demasiado permisiva contigo.
-Es que me gusta mucho comer, Merry. Tú lo sabes más que nadie. Me gusta casi tanto como fumar. –Dijo a la par que sacaba su pipa de dentro de su chaquetón.
-Fumas demasiado, Pip.
-Soy viejo ya, hobbit. Puedo permitirme unos pocos excesos…
-Llevas permitiéndote demasiados excesos desde que tienes uso de razón, insensato.
Pippin le dio una calada a su pipa, sonriente, y luego soltó un anillo de humo.
-¿Crees que Frodo estará disfrutando de la Primera Nevada allá en las Tierras Imperecederas? –Dijo Pippin mientras veía al anillo de humo desvanecerse en el aire.
-No creo que nieve en las Tierras Imperecederas, Pip.
-Es una lástima…Desde luego que lo es.
Merry miró a su amigo y vio un su rostro una sombra de tristeza.
-¿Qué te preocupa, hobbit?
-Somos viejos ya, Merry. No creo que vayamos a ver más Primeras Nevadas.
Merry permaneció en silencio, sin saber que decir ante tal achaque de seriedad tan inusual en el carácter de su amigo.
-No le temo a la muerte, pues nos hemos enfrentado a situaciones más aterradoras que morir y hemos salido indemnes. Hemos vivido más intensamente que cualquier hobbit desde que los hobbits viven bajo la colina y hemos compartido nuestro destino con personas cuyos nombres jamás serán olvidados. Luchamos contra la Sombra y vencimos, y llevamos guerra a La Comarca que después convertimos en la paz más duradera. Hemos visto el final de una Edad y protagonizado el principio de otra. Tú y yo, Merry.
Merry miró a Pip con los ojos anegados de lágrimas y una gran sonrisa dibujada en el rostro arrugado.
-Te conozco desde que tengo uso de razón y aun así sigues sorprendiéndome en los momentos más inesperados. –Merry se acercó a su amigo y puso cariñosamente una mano sobre su hombro. –Puede que no volvamos a ver otra Primera Nevada, Pip. O puede que veamos diez más. No lo sé. Solo sé que acabamos de contemplar la Primera Nevada de este año, y que la hemos contemplado juntos. –El hobbit alto introdujo una mano en su bolsillo y sacó algo redondo envuelto en una tela amarilla. Luego, lo puso delicadamente sobre las manos huesudas de su amigo. –Felicidades Pip.
Pippin desenvolvió el paquete para ver entre sus manos una redonda y roja manzana. El viejo hobbit sonrío y le dio un abrazo a su amigo.
-Muchas gracias, Merry. Gracias de corazón.
-Es solo un detalle para que comas algo sano de vez en cuando.
Pippin sonrío un instante y luego su rostro se nubló en una mueca de tristeza.
-¿Pasa algo, Pip? –Exclamó Merry, asustado.
-No, no…Es solo que…olvidé traerte un regalo, Merry.
Merry negó con la cabeza y soltó una carcajada.
-Tuk insensato, me gustaría decir que tu falta de memoria se debe a la edad, pero siempre has sido igual de olvidadizo.
Pippin enterró el rostro entre sus manos y luego se golpeó la frente con los nudillos, mientras se maldecía entre susurros. Unos segundos después, su rostro se iluminó y, con una sonrisa, anunció.
-Ya sé. –Con un movimiento sorprendentemente ágil para su edad retiró de su cuello la vieja bufanda marrón que siempre llevaba consigo y se la tendió a su amigo. -¿Recuerdas? Me la regalaste en la Primera Nevada de cuando teníamos cuatro años. Aquella vez que el insensato fuiste tú y no yo.
Merry se sonrojó y sujetó la bufanda con las dos manos.
-Quiero que la tengas tú. –Prosiguió Pippin. –A mí siempre me ha estado un poco grande.
Esta vez fue Merry quien abrazó a Pippin, y mientras ambos hobbits se miraban como los viejos cómplices que eran, un guardia real apareció en el patio con aire sonriente.
-Señores Medianos, el Rey Elessar os convoca en el Merethrond para celebrar la Primera Nevada a la usanza de La Comarca. Se han dispuesto varias mesas llenas de comida y bebida, y... Ah, casi se me olvida, el primer plato ya está servido. Pastel de zanahoria. –Dijo mientras lanzaba a Merry una mirada cómplice, que le respondió con un guiño.

Ese día los viejos hobbits celebraron la Primera Nevada junto a la familia del Rey Elessar como hacía años que no lo celebraban. Comieron, bebieron, fumaron, cantaron e incluso se atrevieron a bailar, y cuando la luna ya llevaba en el cielo varias horas, durmieron y soñaron con momentos felices de su infancia.
Dos meses después de la nevada Pippin falleció mientras dormía, y dos meses después que él lo hizo Merry.
El Rey Elessar los enterró en la Casa de los Reyes con máximos honores, uno al lado del otro, y desde ese día, cada Primera Nevada, se celebra en Minas Tirith una gran fiesta en su recuerdo a la usanza de La Comarca; porque allí vivieron felices los hobbits más altos de la historia de los hobbits, y porque para ellos la muerte no fue más que una nueva aventura a la que enfrentarse juntos.

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