_Eldarion_

[OFF] · @_Eldarion_

25th Dec 2013 from TwitLonger

[Relato de Navidad @goblinoide]

La luz invadía el cuarto donde el pequeño Eldarion dormía plácidamente sin caer en la cuenta de que alguien iba a entrar de un momento a otro. 
Y así fue. El pomo giró lentamente hasta que hizo tope y la puerta se abrió igual de despacio, y en la habitación entró, de puntillas, un hombre que se acercó a la cama donde el joven príncipe aún soñaba. 

- Eldarion, despierta. -le dijo el adulto, en un susurro, mientras le zarandeaba con cariño.- Vamos holgazán, hay algo que quiero que veas. 

El niño se acurrucó bajo las sábanas arrugando la nariz. Reconocía la voz del hombre que le estaba hablando, y, aún con los ojos cerrados, y sin despertar del todo, intentó contestarle. 

- 'Éjame un ratito... más, Halbarad... 

El montaraz sonrió y le apartó levemente las sábanas para ver al niño, con la cara hundida en la almohada y el pelo alborotado. 

- Vamos, sé que te va a encantar. -insistió. 

¿Qué podía ser tan importante para no dejarle dormir hasta bien entrada la mañana? El príncipe se desperezó y se frotó un ojo con el puño de la mano, y bostezando, comenzó a abrir los ojos. La luz le molestaba, así que se tapó la cara con las sábanas resoplando. No, no se movería de allí.
 
Halbarad, que estaba cogiendo la ropa más abrigada de Eldarion, al oírle resoplar, giró la cabeza hacía el lecho, negó con la cabeza sin dejar de sonreír. 

- Vaaaamos, te prometo que merecerá la pena. -insistió de nuevo. 

- No puede ser más importante que dormir y soñar con aventuras, Halbarad. -se obcecaba el pequeño. 

- Te lo estoy prometiendo, ¿cuándo he incumplido yo una promesa que te haya hecho? 

Ahí le había pillado, por más que pensaba alguna vez que le hubiera podido fallar, por mínima que fuera, no la encontraba. Con el ceño fruncido, el niño echó las sábanas hacia atrás, mientras Halbarad se acercaba a la cama con las ropas y una sonrisa triunfal. 

- Eso no vale. -le dijo Eldarion. 

-¿Ah, no? ¿Y esto? -el montaraz dejó las prendas a los pies de la cama y se acercó al niño dispuesto a sacarle de allí para que viera la sorpresa que le tenía preparada.
 
- ¿Qué vas a hacer? -preguntó el príncipe viéndole venir e intuyendo lo que iba a pasar. 

Halbarad, luciendo una sonrisa de oreja a oreja, fue levantando las manos lentamente a medida que se iba acercando al pequeño, hasta que, cuando llegó a su altura, se abalanzó sobre él y comenzó a hacerle cosquillas. 

Eldarion no se había confundido al pensar que aquello iba a pasar, pero ahora estaba más preocupado en huir de aquel ataque. 

- ¡NO! ¡PARA! -chillaba entre carcajadas intentando zafarse del montaraz.- ¡NO, NO! ¡NO ES JUSTO! 

-¿Vas a salir de la cama y vas a venir conmigo sin rechistar? -le preguntó Halbarad sin dejarle tregua. 

- ¡SÍ, PERO PARA! -Eldarion apenas podía hablar. 

- ¿Lo prometes?  

- ¡LO PROMETO, LO PROMETO! 

- Muy bien. -Halbarad dejó de hacerle cosquillas y se apartó para dejar que se levantara.- Ponte esto. -le dijo señalándole la ropa que estaba a los pies de la cama. 

- ¿Para qué tanta ropa? Es invierno, pero no creo que haga tantísimo frío. -preguntó el niño incorporándose en la cama y apartando las sabanas de sí. 

- Prometiste que no reprocharías. -Halbarad se cruzó de brazos y esperó a que el pequeño saliera de la cama y comenzara a vestirse. 

- No es reproche es... -prefirió callar al ver que el montaraz seguía impasible, allí plantado a su lado, sin moverse.- Está bien, ya voy... 

Eldarion salió de la cama y se dispuso a vestirse. Lo primero que hizo fue estirarse cogiéndose ambas muñecas y alzando los brazos hacia arriba, como si pretendiera separarlos del cuerpo, luego se llevó una mano a una nalga y se la rascó antes de quitarse el camisón, debajo del cual llevaba unos pantalones que usaba única y exclusivamente para dormir, ya que el niño se empeñaba en que los camisones eran para niñas. 

A Halbarad, que no le quitaba ojo de encima, no le extrañó que durmiera con aquellas prendas, pero casi estalla en carcajadas al verle rascarse, preguntándose a quién habría visto hacer aquello. 

El joven príncipe se vistió enseguida, pero le faltaba algo a su atuendo, así que corrió a su baúl de juguetes y sacó de él una espada de madera, se la puso al cinturón y regresó junto a su primo segundo. 

- ¿Ya estás? ¿Todo en orden? -preguntó Halbarad. 

- Ahora sí. 

- Bien, pues vámonos. 

Eldarion cogió la mano del montaraz y caminó a su lado sin saber a dónde irían, ni cuál iba a ser la sorpresa, y comenzaba a estar algo intrigado. 

- ¿A dónde vamos? -preguntó el niño mirando al montaraz. 

- Primero a que desayunes algo. 

- ¿Y luego? 

- Ya lo verás. 

Pues sí que se hacía de rogar... Le sacaba de la cama temprano y encima no le quería decir nada. Mucho secretismo, ¿quién más estaría implicado en todo aquello? ¿Cuál iba a ser la sorpresa? Eldarion empezaba a estar nervioso, y de camino a las cocinas, caminaba al lado de Halbarad, casi a saltitos, y cada dos por tres le echaba una mirada de reojo, creyendo que el adulto no se percataba de ello. 

Cuando llegaron a su primer destino, el niño se dio cuenta de que su desayuno ya estaba hecho. Aquello seguía sin gustarle, estaba empezando a darse cuenta de que todo estaba planeado. Las cocinas estaban desiertas, sin embargo, su desayuno estaba caliente. Frunció el ceño y miró a Halbarad con una clara expresión de duda, antes de sentarse a la mesa y casi engullir el desayuno. Tenía prisa por saber qué más cosas raras le iban a pasar ese día.
 
-¿Has terminado ya? 

- Sí, ya está. -respondió el niño limpiándose la comisura de los labios con la manga.- ¿Ahora a dónde vamos? 

- Ya lo verás. -Halbarad sonrió al ver que el niño empezaba a estar impaciente. 

Eldarion le fue a coger de nuevo la mano preparado para su siguiente destino. Le encantaban las sorpresas, pero la espera era algo que odiaba. El adulto se agachó junto al niño y le colocó la capa y un trozo de tela en los ojos, asegurándose de que no viera nada. 

- Ahora vas a hacer todo lo que yo te diga, ¿de acuerdo? 

- Está bien, ¿pero así cómo voy a ver la sorpresa? -se quejó el pequeño. 

- Eldarion, lo prometiste... 

El príncipe resopló y se cruzó de brazos, y Halbarad le cogió de los hombros y le empujó para que comenzara a caminar. Aunque se fiaba de su primo, el no ver era un fastidio, así que al final terminó caminando con los brazos extendidos hacia delante por si acaso. Tras un buen rato de deambular por donde le marcaba Halbarad, comenzó a sentir una brisa fría en la cara, así que supuso que había salido al exterior, pero no pararon. Otra cosa que notó era el suelo raro, al ir pisando notaba que se hundía y, aunque no pudiera ver, sí oía, y cada vez que apoyaba los pies en el suelo y su peso lo hacía hundirse escuchaba un sonido raro, como que algo se comprimiera bajo sus botas. 

-Ya hemos llegado. -le dijo, Halbarad, parándole y quitándole la tela de los ojos para que pudiera ver.

Había mucha claridad y el pequeño llevaba bastante rato con los ojos cerrados, porque para nada le servía llevarlos abiertos bajo la venda que llevaba, así que cuando se la quitó no veía nada. Se frotó los ojos con los puños para acostumbrarlos de nuevo a la luz, y cuando al final pudo observar a su alrededor supo el porqué de toda la ropa que le había hecho ponerle, la brisa fría que sentía en la cara el extraño ruido que oía bajo sus pies al caminar. Estaban en la Plaza del Manantial y todo estaba cubierto de una gruesa capa de nieve, el color blanco inundaba todo lo que los ojos del joven príncipe alcanzaban a ver.

Era la pinera vez que veía nieve en aquella ciudad que tanto amaba, y estaba deseando visitar todos y cada uno de los niveles de Minas Tirith, para poder verlos nevados, todos los rincones que conocía. Eldarion, una vez pudo reaccionar, se giró hacia Halbarad, que estaba de cuclillas, a su lado, y le abrazó, haciendo que perdiera el equilibrio y acabara sentado sobre el suelo nevado.
- Me encanta. -le dijo el pequeño príncipe, sin soltarle.- Me gusta mucho.

- Me alegro, era esa mi intención. - el montaraz le devolvió el gesto rodeándole con los brazos y estrechándole con fuerza, sin perder la sonrisa.- ¿Sabes lo que podemos hacer con tanta nieve?

- No, ¿el qué? -preguntó, curioso, el niño rompiendo el abrazo, lo justo para poder mirarle a los ojos.

- Un soldado, un soldado de nieve, ¿te apetece?

Eldarion asintió y se separó por completo para dejar que Halbarad se levantara. No sabía cómo pretendía hacer aquello, pero él siguió todas las indicaciones que le iba diciendo y tras un largo rato de amontonar nieve, y también de tirársela el uno al otro, consiguieron hacer tres grandes bolas de distintos tamaños, que fueron colocando una encima de la otra; abajo del todo la más grade, en el centro la mediana, y arriba del todo la pequeña. Pero aquello seguía sin parecer un soldado, entonces, el montaraz, viendo la cara de duda del niño, cogió un saco que se había colgado al hombro en las cocinas, tras vendarle los ojos al príncipe, y empezó a sacar piedras redondas, una zanahoria, un sombrero, un cinturón y una capa raídas y una espada y un escudo de madera.

- ¿Y eso para qué es? - preguntó el pequeño, que seguía sin comprender.

- Para esto, mira. -le dijo, y comenzó a colocar las piedras en la bola más pequeña del muñeco.- Los ojos y la boca.

- ¿Y no tiene nariz?

- Claro que sí, ¿no la tienes tú? - Halbarad, puso, entre los ojos y la boca, hechas con piedras, la zanahoria.

Al fin, Eldarion, empezaba a ver un incipiente soldado en aquellos montones de nieve, y le iba entregando a Halbarad las cosas que faltaban; primero la capa, luego el sombrero, el cinturón, y por último, la espada y el escudo, que colocaron, entre los dos, a los pies del muñeco.

Una vez hubieron terminado, ambos se separaron varios pasos hacia atrás para contemplar al nuevo soldado de la Plaza del Manantial, pero la mañana no había terminado, ni mucho menos. El montaraz se agachó, quedando a la altura del pequeño Eldarion que lucía su mejor sonrisa, y del saco en el que había llevado todo lo necesario para decorar el muñeco de nieve que habían hecho, sustrajo un objeto, envuelto en una tela, y se lo entregó.

- ¿Para mí? -preguntó el niño cogiendo, con sumo cuidado, el bulto.

- Para ti, es mi regalo de este invierno, vamos, desenvuélvelo.

Eldarion apartó la tela, nervioso, descubriendo que lo que tapaba era un peluche, pero no uno cualquiera, no, era un peluche de un lobo, el animal preferido del príncipe.

- Es... es... -el pequeño no podía expresar con palabras lo mucho que le gustaba aquel regalo.- ¡Gracias!

- No hace falta que...

Halbarad no pudo terminar la frase, pues el niño se había vuelto a abrazar a su cuello haciendo que quedara sentado sobre la nieve.

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