KhamulSP

Khamûl · @KhamulSP

24th Dec 2013 from TwitLonger

NAVIDADES NAZGÛLIANAS

@goblinoide

Hace mucho tiempo, en una taberna muy, muy lejana...

<<Nos encontramos en un periodo de guerra civil. Los enanos especiales rebeldes atacando desde una base oculta, han logrado su primera victoria contra el malvado Imperio de Mordor.

Durante la batalla, los espías rebeldes han conseguido apoderarse de los planes secretos del arma total y definitiva del Imperio: El Ojete de la Muerte, una torre especial acorazada con potencial suficiente para observar un reino entero.

Perseguida por los siniestros agentes del Imperio, la princesa Lothíriel cabalga hacia su patria a bordo de su yegua especial llevando consigo los planos robados que podrán salvar a su pueblo y devolver la libertad a la Tierra Media...>>

-¡Apaga ese maldito televisor! Que esa película ya la hemos visto, y no nos gusta cómo acaba -exclamó Khamûl desde la mesa.

El tabernero se apresuró a obedecerle y apagó el viejo aparato que estaba en un estante, en un rincón del local. El Nazgûl se volvió hacia la mesa que compartía con los otros ocho espectros del anillo, que en aquellos oscuros suburbios y locales mordorianos eran conocidos como el Rey Brujo, Murâzor, Indûr, Akhôrahil, Hoarmurath, Adunaphel, Ren y Uvatha.

-A ver, llevamos aquí media hora y todavía estamos discutiendo qué pedir. Indûr, coge la nota y apunta -ordenó esta vez el Rey Brujo, e Indûr hizo lo que le decía.

-Yo quiero pedir una ración de gusanos con queso, ¿alguien más la comparte? -preguntó Hoarmurath. Cuatro levantaron la mano.

-Una no será suficiente para los cinco, mejor pidamos dos -añadió Khamûl.

-A mí me da igual, mientras pidamos cerveza de Umbar -exigió Murâzor.

Pasaron un buen rato discutiendo qué pedir, hasta que Indûr lo anotó todo, lo repasó, y le dio la nota al tabernero. Mientras esperaban a que les sirviesen, se pusieron a debatir el plan para esas navidades, pues ya era el día de Nochebuena. Los preparativos estaban listos, pero aun no se habían puesto de acuerdo sobre ciertos aspectos logísticos. La conversación pronto derivó hacia recuerdos de sus juergas en navidades pasadas.

-¿Recordáis aquel año en que trabajamos como Reyes Magos? -comentó Adunaphel.

-Sí, le llevamos un juego de caballero a aquella chiquilla de Rohan... ¿cómo se llamaba? -respondió el Rey Brujo -Me imagino la cara que pondrían sus padres al ver a su pequeña doncella con armas de hombre -añadió riendo.

-Me parece que se llamaba Éowyn -puntualizó Khamûl -, y si mal no recuerdo, el Rey Brujo se cortó con la espada en un dedo. Menos mal que no volverá a ver esa espada, porque ahora tiene su magia, y podría herirle de verdad.

-Siempre tan agorero, Khamûl -replicó el Rey Brujo -, probablemente esa mocosa ya haya muerto de alguna de esas enfermedades de mortales.

El tabernero apareció con las jarras de cerveza en ese momento, y todos cogieron la suya para brindar y dar un largo trago.

-Pues vaya risas me eché yo con la gran troleada que hice el año que me disfracé de Nazgûl Noel y le llevé a Tauriel una diadema luminosa invisible -dijo Ren rompiendo el silencio.

-No digas eso en voz muy alta -comentó Uvatha mirando alrededor al resto de clientes -, no vaya a ser que te oiga alguien que haya visto la última película y te pegue por ello...

-Todo eso son tonterías -cortó Akhôrahil -. Recordad cuando fuimos a cantar villancicos. Esa sí que fue una gran aventura...

Flashback 1: <<Los copos de nieve caían entre las hojas, llegando hasta el suelo del Bosque Negro. Sobre ese fondo blanco caminaban cinco sombras negras, hacia un palacio también cubierto de blanca nieve. Al llegar frente a su puerta, cogieron la aldaba y llamaron dando dos golpes que resonaron por el palacio. Esperaron pacientemente, hasta que al cabo de un rato las puertas se abrieron. Los guardias que las habían abierto se situaron a los lados, y frente a ellos se encontraban Thranduil y su familia, con el pequeño Legolas escondido tras las piernas de su padre, mirando con curiosidad a los extraños. Los elfos se quedaron mirando, preguntándose qué querrían aquellos forasteros, cuando los espectros empezaron a cantar un villancico:

"Noche de guerra, noche de odio
Todo muere en rededor
entre los dragones que esparcen su fuego
viene anunciando al Maia Sauron
Mira el Ojo que está rojo..."

Mientras ellos cantaban para distraer a los elfos, los otros cuatro se colaron por una ventana. Iban con sacos para acarrear todos los regalos que pudiesen. Sacos vacíos para llenarlos saqueando a los elfos. Fueron recorriendo el palacio para hacerse con todos los regalos, aparte de unas cuantas cosas más que les llamaron la atención.

-Me parece que ya hemos desvalijado todo lo valioso -comentó Murâzor -. Un momento, ¿dónde está Khamûl?

-No sé, no le he visto desde que pasamos por el piso de las habitaciones -respondió Uvatha.

Se pararon para esperarle, y al cabo de unos minutos apareció Khamûl a la carrera, con su saco tan lleno que se había rasgado un poco, y por el agujero caía de vez en cuando alguna braguita.

-Ya estoy aquí, perdonad -dijo este al llegar hasta los otros -. No pude resistirme. Ahora las elfas tienen bastantes braguitas rojas navideñas, incluso con muñecos de nieve -y al decir esto sacó un puñado de ellas para mostrárselas.

-Guárdalas y vamos, que los otros solo se han aprendido una canción, y a medias -apremió el Rey Brujo -. Los elfos no tardarán en notar que están repitiendo las mismas estrofas una y otra vez.

Así pues, salieron corriendo hacia la ventana donde habían dejado la escalera, y emitieron un chillido de ultrasonidos solo audible por los Nazgûl (y por los conejos de Rhosgobel) para avisar a sus compañeros de que podían terminar y macharse. Al oírlo, cantaron la última-segunda estrofa por enésima vez, antes de salir corriendo.

"...Noche de guerra, noche de odio
Todo muere en rededor
Solo velan en la oscuridad
Los espectros que en sus bestias están;
y el Anillo brilla bien
y el Anillo brilla bien."

Al cabo de un rato se reunieron los nueve para repartirse el botín. De los sacos fueron sacando los diferentes regalos y los contemplaron, deleitándose con los frutos de su fechoría.

-Este regalo era para el mismísimo Thranduil -observó Adunaphel -. Me pregunto qué contendrá -. Lo abrió y se lo mostró a los demás.

-Parece un utensilio de esos de arreglarse las cejas, y está cubierto de diamantes, debe ser muy caro -comentó Indûr.

-Pues además le hemos desvalijado el dinero, así que no podrá comprarse otro. Se va a quedar sin poder cuidar su imagen -añadió Ren, y todos se rieron.

Echaron ese regalo y los demás recién robados a un gran saco, junto con otros regalos que habían robado previamente por el mismo procedimiento de cantar villancicos, como una máquina de afeitar para Beorn, o una agenda de apuntar fecha y hora de citas para Gandalf, entre otros muchos.>>

Volviendo al presente, los Nazgûl bebían de nuevo, salvo Khamûl, que se había quedado abstraído con la mirada perdida, como atrapado en los recuerdos, con una sonrisa bobalicona y baba cayéndole de una comisura, murmurando de vez en cuando "braguitas rojas".

-Khamûl se ha quedado colgado -observó Ren pasando una mano por delante de los ojos de Khamûl, sin que este reaccionase.

-Dale unos golpecitos -propuso Indûr.

-Espérate, que lo reinicio -dijo Murâzor cogiendo una silla, y acto seguido se la rompió a Khamûl contra su espalda.

-¡Ay! ¿Pero qué... -saltó Khamûl, sobresaltado -Os tengo dicho que tengo mi botón de reset en la cuenca del ojo derecho -les riñó.

-Eso, tened más cuidado -declaró el Rey Brujo -, que ya se nos ha caducado su garantía, y no podemos devolverlo.

Cuando se tranquilizaron, pidieron otra ronda de bebida, y brindaron todos por su camaradería. Apuraron las jarras de un trago y pidieron otra ronda más.

-¿No hubo una vez en que montamos un botellón en el cementerio ese de la Ciénaga de los Muertos, y acabamos todos emborrachándonos y apostando en carreras de zombis? -preguntó Akhôrahil.

Flashback 2: <<...[la pantalla muestra una niebla de puntos grises, como si no hubiese señal de antena]...>>

-Puede ser, no sé -reconoció Ren -. Beberíamos demasiado como para recordarlo.

-De lo que sí me acuerdo yo es de aquel día que nos disfrazamos de Reyes Magos para ir a la cabalgata de Gondor -añadió Khamûl, y esta vez sí que lo recordaron todos.

Flashback 3: <<Era la víspera de reyes y todos los niños de Gondor se habían congregado a los lados de la calzada, esperando con ilusión para ver a los Reyes Magos en su cabalgata, mientras los padres aguantaban pacientemente y conversaban entre ellos. No muy lejos de allí, los Reyes Magos se retorcían atados con sogas y encerrados en barriles, mientras el Rey Brujo, Khamûl y Hoarmurath se ponían sus trajes, disfrazándose de Melchor, Gaspar y Baltasar respetivamente. A Hoarmurath le habían arrojado de cabeza a una gigantesca boñiga de mûmak para teñirle de negro, contra su voluntad.

Una vez preparados, se montaron en los camellos, y comenzaron a avanzar por la calzada hacia el lugar elegido para el desfile. Los demás Nazgûl iban disfrazados de pajes, portando sacos con los supuestos caramelos. La marcha fue lenta, pero todos fueron pacientes, sabiendo que la diversión compensaría todos esos preparativos.

En cuanto llegaron al lugar en que se congregaba la gente, tiraron al principio varios caramelos normales, para que todos se confiasen y pensasen que todo iba bien; al menos mientras iban avanzando, internándose entre la gente, llegando al centro de la multitud. Y al estar ahí, empezaron a sacar la mercancía que ocultaban. Todos a una, llenaron los puños con la carga y la arrojaron al público. Se oyeron multitud de explosiones, gritos de asombro, llantos de niños y carreras, mientras los Nazgûl seguían lanzando más y más bombetas, en una lluvia incesante que asoló a la muchedumbre hasta disgregarla. Duró solo unos minutos, pero cuando todo acabó y la gente se había marchado corriendo, los nueve cayeron al suelo retorciéndose de la risa. Bueno, en realidad ocho se retorcían de la risa. Hoarmurath se había desmayado con su propio olor a boñiga.>>

-Ya lo creo que me acuerdo, cabrones -refunfuñó Hoarmurath -. Encima nos quitamos las túnicas para disfrazarnos, y luego nos confundimos al volver a ponérnoslas. No sé quién cogió la mía.

-Es normal, son todas iguales -coincidió Adunaphel.

-Pero les habíamos escrito nuestros nombres por dentro para diferenciarlas -inquirió Uvatha.

-Ya, pero como todo lo que tenemos es negro, incluyendo las túnicas y la tinta que usamos para escribir en ellas, no hay forma de ver esos nombres -explicó Akhôrahil -. Estar, están, pero como si no estuviesen.

Khamûl miró su reloj, se puso en pie, cogió su jarra y se dirigió a todos diciendo:

-Ya es hora de ponernos en marcha, que estas navidades acaban de empezar, y tenemos planes que llevar a cabo. Brindo por la diversión, y por el caos y la desolación.

Todos cogieron sus copas, brindaron con él, y vaciaron las jarras por última vez. Se marcharon sin pagar, dejando en la bandeja de la cuenta solo propaganda electoral de "Vota por Sauron". Y se fueron a por los disfraces que habían encargado ese año, que les llegaron con la siguiente nota de la tienda "El Disfraz del Destino":

"Tres disfraces de pelandruscas para los Reyes Elfos bajo el cielo.
Siete barbas calvas para los Señores Enanos en casas de piedra.
Nueve disfraces de reno para los Hombres Mortales condenados a morir.
Un disfraz de Gran Oreja para el Señor Oscuro, sobre el trono oscuro
en la Tierra de Mordor donde nadie paga las Facturas.
Un Disfraz para cosplayearlos a todos. Un Disfraz para encontrarlos,
Un Disfraz para atraerlos a todos y atarlos en la fiesta de disfraces
en la Tierra de Mordor donde se extienden las Celebraciones."

-Cada año lo mismo, el Jefe siempre usa la misma historia para invitarnos a la fiesta de Navidad de la empresa -comentó el Rey Brujo arrugando la nota y tirándola al suelo.

-Pasando -respondió Khamûl -. Estoy harto de esas fiestas, son un rollo, todos los años algún orco imbécil se disfraza de Anillo para hacer la broma, el Jefe se enfada, y nos toca a nosotros soportarlo. Y encima solo sirven para fomentar el consumismo, comprando regalos y más regalos.

-Pero... Khamûl -intervino Indûr -, si todos nuestros regalos son robados.

-Ya lo sé -replicó el aludido -, pero cuantos más robamos, más tienen que comprar los idiotas a los que robamos, así que al final es lo mismo.

Sacaron los disfraces especiales voladores y se los pusieron. Menos mal que Santa Claus tenía justo nueve renos, así todos podían participar por igual esta vez. Indûr se disfrazó de Donner. Uvatha, el Jinete, lo hizo de Blitzen, el Relámpago. Ren, el Rey del Fuego, se disfrazó de Comet, el Cometa. Akhôrahil, el Inmortal, lo hizo de Dasher, el Presuntuoso. Murâzor se disfrazó de Dancer. Adunaphel, a su vez, de Prancer. El Rey Brujo se disfrazó de Rudolph. Y finalmente, como no podía ser de otra forma, Khamûl se disfrazó de Vixen, el Bromista.

Como hicieron un día con los Reyes Magos, volvieron a atar con sogas a los renos auténticos y los encerraron en un establo, encadenados a pesadas anclas de barco para que no pudiesen despegar. Así los suplantaron, y se colocaron ocupando sus respectivos puestos delante del trineo, esperando a Santa Claus, quien no debía notar nada.

-Esto va a ser legen... -comenzó Khamûl.

-Recordad todos el plan -le interrumpió el Rey Brujo -. Cuando el viejo monte, despegamos y lo llevamos directo al Monte del Destino. Allí lo arrojamos al Monte y luego veremos qué hacer con los regalos de toda la Tierra Media.

-Su traje hará juego con la lava del Monte -dijo Uvatha, totalmente fuera de lugar. El pobre era un poco "especial" y estaba a lo suyo.

-Yo insisto en que deberíamos quedarnos los regalos -intervino Murâzor -. Ya sé que tú propones que los usemos para colarnos en las casas, pero es demasiado trabajo -varios asintieron dándole la razón. A Adunaphel, al asentir, se le cayó un cuerno del disfraz, y tuvo que recolocárselo enganchándolo con un imperdible de Morgul.

-Sé que os da pereza, pero deberíais replantearos el hecho de que... -intentó responder el Rey Brujo.

-¡Cállate, Rudolph! -exclamó Khamûl, poniendo fin a la discusión, pues Santa Claus salía de su taller y se acercaba. Comenzaba otra navidad para los Nazgûl, que daría para muchas risas, y mucho de lo que hablar.

Y colorín colorado, Santa Claus acabó quemado.

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