Aquí la traducción del outtake que @sylvainreynard público ayer en The rockStars of romance @Rsofromance
En una casa en Umbría, Italia
Gabriel y Julia estaban sentados en la mesa de la cocina disfrutando de su almuerzo. Gabriel había puesto música en el estéreo y había empezado a calentar el ambiente.

Comenzaron con el crostini de aceitunas negras y una ensalada de arugula , seguido de pasta con trufas y cerdo asado. Su cena era un relajado affaire y una vez hubieron terminado y estaban bebiendo su vino, los ojos de Julia se clavaron en él.

Gabriel parecía bastante orgulloso de sí mismo, con una sonrisa firmemente pegada en su rostro mientras la miraba por encima del borde de su copa de vino.

Con decisión, Julia puso su mano en el regazo de él y comenzó a acariciarlo. Pero su intención fue frustrada inmediatamente. Él la tomó de la muñeca y se llevó su mano a su boca y besandola suavemente antes de enrollar sus dedos juntos.

"Eso no es necesario", murmuró.

"Pero tu hiciste algo por mí."

"Yo no lo hice para que me correspondieras. Lo hice porque quería complacerte. "Su sonrisa se ensanchó. "Te complací, ¿no?"

Se sonrojó al recordar lo que le había hecho sonreír y miró abajo a su servilleta.

El alargó el brazo para levantar su barbilla .

"Eso está mejor."

"Eres muy-dadivoso" le dijo.

"Es sólo lo que te mereces."

"Tú eres la única que ha pensado eso."

Gabriel frunció el ceño. "Ven aquí".

El empujó su silla hacia atrás de la mesa y abrió los brazos. Julia se colocó de lado sobre su regazo y apoyo la cabeza sobre su hombro.

"¿Cómo te sientes cuando estás en mis brazos", le preguntó.

"Cómoda. Feliz".

"Así es como me siento yo cuando estoy contigo."

"¿En serio?" Su voz fue ahogada contra su pecho.

Él la apretó aún más.

"Cuando yo estaba en desesperación y enajenado con mi familia, apareciste tú - un ángel de ojos marrones con jeans y tenis. Eras tímida, pero no tenías miedo de mí a pesar de que deberías haberlo tenido".

"Tenía curiosidad. Yo había oído hablar mucho de ti y me preguntaba cómo eras."

"Cuando yo estaba sumido en la depresión por segunda vez, cuando Grace murió, volviste a mí. Tratarte bien es lo menos que puedo hacer. Eres el amor de mi vida, Julianne."

Julia levantó la cabeza y presionó sus labios contra los de el "Tú eres el amor de mi vida, Gabriel."

Él sonrió y la besó con firmeza antes de recorrer con el dorso de sus dedos su garganta.

"Yo no quiero tomar de ti, Julianne. Yo quiero dar. Este viaje, nuestro tiempo juntos, se trata de construir algo para el futuro. Se trata de algo más que sexo, aunque el sexo es parte de el. Una parte importante".

Gabriel le tocó la punta de la nariz con su dedo.

"¿Sabías que en el judaísmo el coito es un derecho de la esposa? ¿ Al igual que el orgasmo?"

"Estas bromeando."

Gabriel sonrió. "El marido está obligado a cumplir con las necesidades sexuales de su esposa y asegurarse de que ella tenga orgasmos, preferiblemente antes que él."

"Tu inmenso conocimiento sexual nunca deja de sorprenderme."

Él se rio" Supongo que debería sentirme halagado por ese comentario.

"Bajo las circunstancias adecuadas, cuando se hace con amor, el sexo puede ser un mitzvah"

"¿Y cómo sabes eso?"

"Lo leí en un libro -. Kosher Sex"

"Suena delicioso."

"El almuerzo puede no haber sido kosher, pero el sexo puede serlo. "

Julia se movió contra él.

"¿Cómo sabías que hacer-ayer? " Ahora su voz era baja. Ella No quería reabrir el tema de conversación de la noche anterior, pero era importante para ella comunicar su gratitud, su admiración por la comprensión de Gabriel.

El parecía sorprendido por su pregunta y comenzó a golpear el pie contra el piso de piedra.

"Te quiero. Estabas enfadada... "Se encogió de hombros y su rostro adquirió una expresión seria. "Quería hacer algo que demostrara que me preocupo por ti."

"Fue muy íntimo, muy cuidadoso.Gracias".

Los labios de Gabriel se apretaron y golpeó el suelo con el pie dos veces más.

"Vi algo una vez, poco después de que Grace me encontró. Ella me había traído a casa a vivir con ellos . " Hizo una pausa, pareciendo buscar las palabras apropiadas.

"Ellos me habían dado autorización para andar por toda la casa. Era muy tarde de noche y decidí bajar las escaleras para asaltar el refrigerador." Él apretó la mandíbula.

Julia se acercó y le tomó su mano entre la suya, apretando con fuerza.

"Estaba justo afuera de la cocina cuando escuché a Richard y Grace hablando. Ella insistía en mantenerme con ellos y él , aunque no se oponía totalmente a la idea, discutía que sería mejor para mí estar con mis familiares y no con extraños.

"Yo estaba intrigado por su discusión y me asomé por la puerta. Grace estaba apoyada contra la encimera y Richard estaba de pie frente a ella. Sus manos estaban cubiertas de espuma, como si hubiera estado lavando los trastes, y su cabello le caía sobre los ojos. Richard extendió la mano, probablemente para apartarle el pelo de la cara, y ella se inclinó hacia su toque." Gabriel miró a Julia deliberadamente.

"Richard le dijo que la amaba y la empezó a besar. Me aparté de la puerta y volví a mi habitación".

Los ojos azules de Gabriel se quedaron pensativos. "Nunca había visto algo como eso - un hombre siendo tierno con una mujer. Me preguntaba quiénes eran esas personas y cómo me encontraba yo en su casa".

Tenía los ojos fijos en Julia.

"Nunca he sido tierno con una mujer antes porque nunca he amado a una mujer antes. Ahora que estamos juntos todo lo que quiero hacer es amarte ".

"Yo también te amo." Con decisión, Julia se movió para ponerse a horcajadas sobre su regazo, serpenteando sus dedos por su pelo grueso y rebelde.

El la agarro por la parta baja de su espalda y deslizó sus manos bajo la camisa ahuecándola hasta llegar, cómodamente, a su trasero.

"Creo que se te ha olvidado algo, señorita Mitchell."

"¿Y qué podría ser eso, profesor Emerson?"

"Tus bragas", susurró, tirando de ella hacia sí, hasta que sus pechos estuvieron uno contra el otro.

Julia estaba tan concentrada en el besoque no noto los dedos de él hurgando en sus botones, hasta que que deslizo la camisa por sus hombros. Ella se estremeció cuando el aire golpeó su piel.

"Esto no es justo", hizo un puchero, sentada completamente desnuda en su regazo.

"¿Qué no es justo?" Él sonrió mientras pasaba el pulgar por su protuberante labio inferior.

"Estoy desnuda y tú no."

Sus ojos parecieron oscurecerse.

"Entonces desnúdame, Julianne."

Rápidamente le desabrochó la camisa y tiró de la tela, indicándole que debía deshacerse de ella. En un rápido movimiento, el algodón cayó al suelo y él se sacó su camiseta por la cabeza. Entonces él puso su boca sobre su pecho.

"No sé cómo hacer un estriptease", murmuró ella, con los ojos cerrados y la cabeza hacia atrás.

"Ya eres una experta. Recuérdame que te suplique por más en el futuro".

"Tú no tienes que mendigar. Jamás".

A medida que los gemidos de Julia se iban haciendo más fuertes, se puso de pie y la llevó hasta la mesa de la cocina. Él empujó con fuerza los platos y vasos hacia un lado, los elementos se estrellaron ruidosamente a su paso.

"Acuéstate," le ordenó, con voz grave y áspera.

Julia se subió a la mesa y se reclinó sobre sus codos, mirando como Gabriel se deshacía de sus pantalones, empujándolos hacia abajo junto con sus bóxers. Saliendo de ellos con elegancia, se quito con la punta de los pies sus calcetines de rombos y lo pateó todo hacia una lado. Se acercó a ella y le agarró las rodillas, separándolas.

"¿Preparada?" El miró hacia abajo con una especie de mirada frenética aunque su voz era tranquila, como si se estuviera esforzando por contenerse.

"Sí".

El jalo sus piernas alrededor de su cintura, esperando hasta tener la seguridad de que ella estuviera agarrada con fuerza, y luego la penetró con un movimiento rápido.

"Oh", suspiró ella.

Gabriel se quedó inmóvil, frotando sus pulgares sobre sus caderas. "¿Es demasiado?"

Ella sonrió. "Nunca."

El tomo su mano entre la suya, tejiendo sus dedos. Entonces él agarró su cadera con la otra mano y empezó a moverse, mordiéndose el labio mientras establecía su propio ritmo.

Desde la posición de Julia, era más cómodo permanecer tumbada y mirar hacia la lámpara de de cristal, pero ella estiró el cuello para poder ver la expresión de él. Gabriel tenía una expresión de absoluta concentración, sus cejas casi juntas, su mandíbula apretada.

El no estaba siendo lento. No vacilaba. Pero no estaba siendo rudo.

Reclinada como estaba encima de la mesa de madera tallada, no le era posible tocarlo, pero ella envolvió sus piernas con más fuerza a su alrededor y comenzó a clavar sus talones en la suave carne de su trasero.

(Era bueno que no llevara tacones.)

Enredados como estaban, el iba cada vez más y más profundo aún. Julia encontró un singular placer, hasta ahora desconocido, en el ángulo en el que él cual se movía y con cada empujón se encontró suplicando por más.

Ella arrastró sus manos cogidas por encima de su cabeza mientras su espalda se arqueaba sobre la mesa, empujando sus pechos hacia su boca abierta. Él tiró de ellos con sus labios mientras ella se retorcía debajo de él, la electricidad saltaba entre sus cuerpos sudorosos.

El movimiento hacia delante de las caderas de Gabriel comenzó a generar un ruido de golpeteo mientras empujaba contra la mesa. Tendría contusiones, pero no le importaba. Ni siquiera podía sentir el contacto, abrumado como estaba por el sentimiento de su intensa conexión.

Ella quería tocarlo. Apretó los talones en su trasero con mayor fuerza, pidiéndole más, esperando que se arrastrara por encima de la mesa y la cubriera con su cuerpo.

Con un grito, él fue lo que hizo, tiró de sus piernas para que se envolvieran más cerca de sus hombros.

Su cara estaba a centímetros de la de ella ahora y él se zambulló en su cuello, enroscando su lengua sobre un trozo de piel antes de succionarlo.

Ella se arqueó sobre la mesa presa de un orgasmo justo cuando él liberó su cuello.

Gabriel incrementó su ritmo, empujando y girando sus caderas hasta que él también llegó a su clímax, derrumbándose sobre ella mientras la tensión emanaba a raudales de su cuerpo.

Julia trató de recuperar el aliento mientras los persistentes tentáculos de su liberación acariciaban sus piernas. Este calor, esta dicha favorita, esta relajación postcoital era casi tan dulce como el momento del orgasmo. Sobre todo porque ella podía mirar a la cara de su amante y saber que su cariño era mutuo.

Gabriel respiró profundamente. Le llevó un momento o dos ralentizar su ritmo cardíaco, pero cuando lo hizo, él presionó su boca suavemente contra la de ella.

Una cálida y dulce sonrisa le saludó. La sonrisa de estar contenta y el amor. El la había complacido y ella estaba feliz.

"Gracias", ella susurró.

"Cariño, debería ser yo quien te agradezca." Besó sus pechos y comenzó a reírse.

Ella enarcó las cejas. "¿Qué pasa?"

"Usted está en problemas, señorita Mitchell."

"¿Y eso por qué?"

Le tocó la punta de la nariz con el dedo. "Tengo una mesa de comedor en mi apartamento en Toronto."

Ella se quedó perpleja. "¿Y?"

Apoyó su frente contra la de ella, y bajó la voz hasta convertirla en un susurro ronco. "Imagínate como será el sexo sobre una mesa de comedor."

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