OrionRiley_

a t l a s · @OrionRiley_

8th Nov 2013 from TwitLonger

C o l o r s || BaekHan Drabble || @marmaladeheart

Nunca encontraba las palabras para definir lo que era para mí, una simple tarde de lluvia. No existía nada en este mundo, que se pudiera comparar a aquello. Eran esos los días en los que yo era más feliz.

Aunque todo estuviera a través de una ventana.

Colores. Cada gota de lluvia que golpeaba el suelo o chocaba contra el cristal, creaba chispas de colores, rayos suaves que bailaban delante de mis ojos. Y solo yo podía verlo.
A veces me olvidaba de todo lo que me rodeaba, y me ensimismaba tanto en esos pequeños momentos que el día entero de me deslizaba entre los dedos.
Por eso me encantaba el invierno, porque, donde los demás veían frío y oscuridad, yo veía cosas increíbles.

Lo que hacía que me pesase el alma, era no poder compartirlo con nadie jamás. Era ser yo el único que pudiese contemplar aquello, porque los colores no existían, no existían para los demás. Eran míos, mi secreto, mi realidad.
Llevaba varios meses ingresado en el mismo centro cuando, de repente, escuché una melodía que lo cambió todo.

En la sala común, sentado en el pequeño y austero piano, había un chico de cabello castaño… Y lo que le rodeaba era lo más bonito que había visto nunca.
Las líneas ondeaban a su alrededor, los colores se derramaban del piano como ligeros chorros de pintura incandescente. Todos eran suaves, todos representaban cada nota de aquella melodía, y bailaban para mí, enredándose ante mis ojos. Soñé con acariciarlos, con poder retenernos, con poder sentirlos.
Me acerqué tanto a ellos, que antes de darme cuenta, estaba justo detrás del chico, y él me miró, dejando que las notas y sus colores se desvaneciesen lentamente en el aire.

-Perdona.- le dije, pero la voz me salió tan ahogada que quizás no me había escuchado.
-Si te molesta la música puedo dejar de tocar…- dijo él, y me quedé todavía más impresionado que con su melodía.
Pude ver su voz. Tenía el suave color del mar, un azul que podía camuflarse con el del cielo. Por cómo me miró en aquel momento, supe que mis ojos habían empezado a brillar.
-No es eso. ¿Puedo… quedarme aquí mientras tocas?
-¡Sí! Claro que sí.
-Por cierto me llamo Baekhyun.
-Yo soy Luhan.
Repetí su nombre en mi cabeza, y me quedé quieto, sintiendo su hombro contra el mío mientras deslizaba los dedos por las teclas, y me dedicaba el espectáculo más maravilloso del mundo sin siquiera saberlo.

Descubrí, con el tiempo, que era un chico tímido, que la música le apasionaba y que estaba allí en aquel centro conmigo porque había intentado suicidarse.
No me enorgullece reconocer, que cuando me contó aquello, llegué a mi propia habitación y me acosté en la cama sin encender la luz. Lloré hasta quedarme dormido.

Yo estaba allí simplemente porque el mundo no era para mí, no sabía vivir en él, me había desconectado y jamás había sido capaz de encajar. Y mis padres habían decidido que aquel era un hogar mejor, donde cuidase de mí cualquiera que no fuesen ellos.
En lo más profundo de mí, sentía que debía echarles de menos. Pero no lo hacía.
Me había acostumbrado a aquella especie de hospital, donde se supone que ingresaban las personas que no eran como los demás, que había algo, en ellos, que necesitaba ‘curarse’. No había nada que curar en mí, pensaba, yo era así. Y era, en cierto modo, feliz.
Y sé que lo fui, sé que lo fui cuando le conocí.

Luhan marcó el comienzo y el final de los días, los trazó con líneas brillantes a mi alrededor, y comprendí como era ver el mundo a través de sus ojos, incluso, sentir sus historias a través de sus palabras. Conocí poco a poco su vida, los pliegues que escondían sus miedos, las dobleces que escondían sus secretos.
Él me pedía que le hablase de cómo era ser como yo, de cómo era ver la música, saborear el tacto… jamás pude explicárselo como debería.
Lo más cerca que estuve de hacerlo, no fue con palabras.

Él estaba sentado en la cama, mirando por la ventana, y al otro lado del cristal la noche lo convertía todo en una oscuridad impenetrable. Yo me escabullí allí después de cenar y entré cristal, y me dedicó una de sus sonrisas fugaces. No recuerdo si me quedé mirándola como un idiota o si fui capaz de devolvérsela.
Sólo sé que se dio la vuelta y se puso frente a mí, cerca, tanto que nuestras frentes se tocaban y todo mi cuerpo se tensó con su respiración tan cerca. Sus manos, buscaron las mías y nuestros dedos, como si estuvieran hechizados, se entrelazaron.

Suspiró, y cerré los ojos, sabiendo que él no dejaba de mirarme.
-Tengo que irme.- susurró.
-No podemos salir de noche.- susurré también, aunque algo me decía que no se refería a eso.
-Tengo que volver… a casa.
-Esta puede ser tu casa también.-dije, sin disimular ni un ápice mi egoísmo en aquel momento.
-Esta no, tú. Y no me iré para siempre.- me alzó la barbilla con los dedos y abrí los ojos, encontrándome con los suyos, tan brillantes, que podía verme en ellos.- Volveré a por ti.
-Mi lugar es este, Luhan.
-Y si vinieras al mundo, ¿Conmigo?
-No sé vivir ahí fuera.
-No lo has intentado conmigo.

Le abracé tan fuerte que pude ahogarle contra mí, pero él no se quejó ni un momento. Me abrazó también, y me acarició la espalda de una forma tan dulce, que me costó no deshacerme allí mismo.
Al separarnos, mi nariz rozó su mejilla, y sin darnos cuenta, estábamos besándonos.
Los colores palidecieron y el silencio tomó un sentido para mí que no había tenido jamás. No vi nada, estábamos rodeados de la noche que se colaba por la ventana, y aun así creía estar en el límite del mundo, gritando.

-Siempre dices que desde que me conoces, ves más colores que nunca.- me dijo, mientras nos acurrucábamos juntos debajo de las mantas para huir del frío.
-Dicho así, suena horrorosamente cursi. ¿No crees?
-Idiota.- rió, y escuché la risa resonando en su pecho.- Desde que dijiste eso, desde que me hablaste de tus colores, he estado pensando en que quizás, en cierto modo, siento lo mismo.- hizo una pausa, como si midiera sus palabras y siguió.- Todo estaba en blanco y negro, sobre todo estos últimos años, y apareciste tú, cuando ya no tenía nada que perder.
-Cállate.- murmuré contra su camiseta, escondiéndome.
-Échame de menos, Baekkie… échame de menos, hasta que vuelva.
-Maldito egoísta.- me coloqué sobre él, tumbado a lo largo de su cuerpo y me incliné justo para murmurar sobre su boca.- Eso no tienes que pedírmelo.

Habría hecho que aquella noche durase para siempre, sólo para no verle marchar. Para no sentir que los colores me abandonaban para irse con él, igual que el sonido del piano, que se quedaba solo, añorándole como yo.

Cuando se marchó, llovía, y de nuevo volví a observar la lluvia caer al otro lado de la ventana. Dibujándose si, pero sin la magia que solía tener.
Fue entonces cuando le vi correr bajo la lluvia, hasta pararse debajo del cristal. Me miró a los ojos con el pelo mojado sobre la frente, y la ropa empapada sobre los hombros.
-¡TE QUIERO BAEKKIE!- gritó, y al escucharle, vi mil colores estallando a su alrededor.
Se desvanecieron con su sonrisa, antes de que se alejase de nuevo corriendo.

Pero supe que volverían. Supe que ya nada volvería a ser lo mismo.

Él lo había cambiado todo.



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