Contracara
Enrique Núñez

El ridículo periodístico del siglo
Aunque seguramente usted ni se enteró, el inefable empresario Armando Prida inició una campaña para intentar blindar la sucia imagen que a lo largo de los años ha creado en Puebla.
En su afán de curarse en salud, el dueño de Síntesis declaró la guerra a los directores de los periódicos Cambio y El Columnista, por las supuestas difamaciones y calumnias escritas en esos medios en su contra.
En medio de esa campaña, pasaron a raspar —a través de viejas infamias y calumnias— al presidente administrativo de esta casa editorial y a este columnista.
Sin elementos probatorios, Síntesis recuperó una vieja columna escrita por Erika Rivero, quien desesperada, inventó una absurda historia en contra de Rodrigo López Sainz y de un servidor.
Esa columna fue la base para toda la “campaña” que Prida emprendió en contra de quienes han hecho públicas sus fechorías.
Las historias de Armando Prida no tienen desperdicio.
Difícilmente existe en Puebla un personaje tan negro como el dueño de Síntesis.
Ahora bien. Periodísticamente este diario ha hecho el peor de los ridículos, retomando durante casi dos semanas la vieja columna de Rivero Almazán y los textos del libro Prensa Negra de uno de los reporteros más corruptos de los que se tenga memoria.
Eso son los elementos que dieron los supuestos fundamentos para la “campaña” de Prida.
Imagínense, dos semanas continúas repitiendo la misma columna publicada hace seis años.
Así de grande fue la “campaña” periodística de Prida y Síntesis.
¡Pobres diablos!

Las guerras periodísticas
Dicen que las guerras se ganan con parque.
Y el parque de las guerras periodísticas es la información.
Qué pena para Prida que su periodiquito y todos sus reporteros y columnistas no hayan podido reunir información suficiente para poder enfrentar una guerra de verdad.
Columnas viejas, libros pagados, escritores pagados y columnistas maricones son los que Síntesis utilizó para una guerra que de antemano estaba perdida.

La antítesis de un columnista
La antítesis del columnista, la escribió el día de ayer Alejandro Manjarrez en Síntesis, en donde intentó —dos semanas después— por encargo, lavarle la cara a Armando Prida, sin mayores elementos que las órdenes recibidas de su jefe.
Pobre Alejandro, en su ocaso como columnista, tuvo que salir a una guerra donde su única arma es el hambre que lo lleva a arrastrarse a los pies de su patrón.
No se atrevió a dar nombres, ni citó calumnias y mucho menos presentó pruebas contra nadie.
Sin duda, Manjarrez definió los atributos que no debe tener un columnista: ser lambiscón, inútil y puñal.
¡Para eso me gustaba!

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