Democracia digital
Por Sergio Urribarri

Siempre pensé que la política, desde el punto de vista de los políticos como personas que deben tomar decisiones determinantes acerca de sus vidas, siempre debe tener un componente de riesgo. De salto hacia adelante. De intentar algo que no se hubiera hecho antes y de hacerlo de una manera que sea bien percibido.

Yo soy un político que advertí hace rato que la gente ya no quiere que le prediquen. La gente quiere ser escuchada en sus infinitos asuntos y necesidades. Y advertí que esa necesidad incluía principalmente el aporte. El deseo de ser escuchado no sólo para pedir (primera idea que suelen tener los políticos) sino más que nada para involucrarse en asuntos de la comunidad.

Pero cómo hacerlo en un mundo y en una provincia tan dispersa, con tantos temas e intereses tan diversos. Gente de campo, gente de ciudad. Jóvenes, adultos, docentes, trabajadores privados, médicos.

Ahí me di cuenta que el viejo caudillismo se basaba, increíblemente, en lo inaccesible de esos liderazgos. Cuanto más fuerte.

Yo no quería ese liderazgo de palacio. Odiaba la idea de gobernadores que me antecedieron que no se sentían seguros de ir a hacer la cola en una carnicería un domingo. O salir a tomar un helado al centro con su esposa. O no entrar a un bar de campo. Todo por miedo. Yo no quería un contacto de fantasía política. Quería un contacto real.

Por eso es que mi experiencia en la web ha sido extraordinaria. Tanto, que me ha convertido en un mejor gobernador. En una persona más confiable a los ojos de los ciudadanos.

Y eso ha contribuido que a que hoy en Entre Ríos tengamos una democracia más real, más intensa, más cercana.

Hemos hecho en Entre Ríos –una provincia con población dispersa en decenas de pueblos y ciudades- una pequeña hazaña desde la red. Pudimos transmitir una experiencia vivencial cien por ciento. Mi campaña y mi gobierno no fueron de avisos, sino que fue una campaña de vivencias reales protagonizadas por la gente. Cero producción. Cero maquillaje. Canté. Bailé. Lloré. Gestioné. Todo en público.

La gente me avisaba de algo por Facebook y a los tres días estaba el gobernador por allí. Me aparecí durante casi dos años sin avisar en escuelas en las ciudades y el medio de la nada. En el medio de algún paro docente, a la noche un video subido a la red mostraba cómo el gobernador había estado presente en las escuelas.

La red me ayudó a poner en crisis la idea de la política tradicional entrerriana. A tal punto de acuñar una frase que identificó en la campaña: “Mi despacho es la provincia”. Y la gente la amó.

Ya no había que venir a rogar a Paraná que el gobernador lo atendiera a uno. El despacho del gobernador dejó de ser ese ambiente secreto, inaccesible.

Millones de interacciones, miles de fotos, 600 videos con miles de aperturas, 40.000 amigos le permitieron a la gente conocer verdaderamente a la persona del gobernador ya que era absolutamente imposible que Urribarri pudiera actuar “eso” que se veía. Por lo tanto, ese debería ser el Urribarri de verdad. Y lo era. Y lo es.

Eso creó la magia de la confianza y de su contrapartida: el compromiso.

Así, gracias a la red, gracias a la sociedad digital hoy la democracia es más verdadera.
Y frente a eso, la política tiene un gran desafío, que no es sólo la presencia y la difusión sino, y muy principalmente, la autenticidad.

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Revista de Verano 2013. Número 3. Gobierno de Entre Ríos.

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