Querida Celia Villalobos,

Has vuelto a estar en tu salsa. Has vuelto a hacer alarde de tu decoro. Y, como este fin de semana hacía frío e invitaba a compartir charla con los demás, con pura nostalgia otoñal, nos hemos dedicado a hacer un recorrido por tu álbum de exquisitas formas expresivas y comprobar tu evolución.

Cómo olvidar aquel caldo con huesos de vaca. Declaración solo comparable, casi, casi, a los “hilillos de plastilina” de Rajoy.

Entre tus perlas lingüísticas repletas de sensibilidad están aquellos “tontitos”, porque “así se habla en mi tierra”. Sin dejar de retratarte con esa célebre muestra de cariño a los chóferes: “¡Vamos, coño! ¡No son más tontos porque no se entrenan!”.

También recordamos cuando, sentada como diputada, te enfrentaste a la entonces vicepresidenta del Congreso, Teresa Cunillera, hablando cuando no tenías la palabra, alterada, como si estuvieses en un patio.

Y ahora eres tú quien se sienta como vicepresidenta. Y con esa seducción del poder, de dirigir el debate, ya has ocupado más titulares que el presidente del Congreso. Que ocurra una vez, puede. Que protagonices repetidamente esos enfrentamientos y exabruptos, no puede ser cuestión de azar. Lo excepcional, tú casi lo conviertes en norma. Entre algunos episodios, cuando consideraste “machista” al diputado del PSOE, José Martínez Olmos. O cuando tú, precisamente tú, intentaste dar lecciones al diputado Joan Coscubiela de cómo hablar en el Congreso.

Al margen de proteger a tus compañeros, como decir que no merecía la pena investigar sobre Bankia porque lo importante era la tranquilidad de los mercados.

El caso es que este fin de semana, en un congreso de Nuevas Generaciones, has vuelto a demostrar tu generosidad e incontinencia verbal. Como si algo se adueñase de ti y tuvieses que escupir todas esas angustias, a pesar de que ostentas un cargo público y, como tal, debes dar ejemplo de corrección, cortesía, delicadeza, y civismo.

Pero comienzas cargando contra la rectora de la Universidad de Málaga. Cuando siempre has alabado a la UMA, ahora empieza la campaña de desprestigio. Casualmente ahora, cuando se habla de la llegada a Málaga de la universidad católica de Murcia. Y, por si no te quedabas tranquila, a pesar de ser vicepresidenta del Congreso, adoctrinas a esos futuros políticos con sólidos argumentos de respeto hacia el resto de los diputados. Por ejemplo, que la portavoz del PSOE en el Congreso, Rodríguez Ramos, es “La Soraya mala”. Lo que deja a Sáenz de Santamaría como “La Soraya buena”.

Y, para rematar, pones en escena a Alberto Garzón. Será que, por aquello de ser diputado por Málaga, le tendrás una estima especial. Y dices que el diputado pretender resolver las cuestiones a través de movimientos asamblearios. Menuda pérdida de tiempo, ¿no? Cuando se pueden resolver esas cuestiones a golpe de decreto. O quizás te moleste que el diputado no se ciña a contactar con el pueblo solo en los mítines de campaña, que es lo habitual. Y, en cambio, decida dedicarse a la peligrosa actividad de debatir con la sociedad en sus charlas durante cuatro años.

Y no contenta, aunque seas vicepresidenta del Congreso, comentas que el PSOE andaluz ha dejado el gobierno en manos de “un partido de locos como Izquierda Unida”. Paradójico que, en cambio, veas en los duros recortes sociales del PP o en el paro desbocado un ejemplo de cordura.

Con esta gran lección de debate constructivo, de enriquecimiento léxico, y de juicio analítico se fueron los que serán los futuros políticos del PP. Y junto a los casos de corrupción, con comportamientos de este tipo, Celia Villalobos pone una vez más su granito de arena para que la consideración que se tiene hacia los políticos, mejore.

Hace poco le dijiste a las diputadas socialistas: “Escuchen, que no es malo”. Por el bien de la política, haz lo mismo, Celia. Empieza por escucharte.

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