Un texto muy recomendable sobre la huelga (farsa) general de las mafias sindicales. Vía @PabloHasel en Facebook.

SOBRE LA HUELGA GENERAL (una pequeña parte de un texto interesante que leí):

"¿Quiénes convocan la huelga general? ¿Qué intereses persiguen al hacerlo? ¿Qué consecuencias tiene esa huelga general? Al parecer esto no reviste la menor importancia. Lo importante es ir a la "huelga general", aunque en realidad no sea ni huelga ni general ni sirva en absoluto para fortalecer el movimient

o obrero, sino más bien para fortalecer a los sindicatos del régimen, los cuales forman parte integrante del aparato de dominación del capitalismo, de la misma forma que la policía, la judicatura, los medios de comunicación, etc. Son, sobre todo, LOS AGENTES DE LA BURGUESÍA INFILTRADOS EN LAS FILAS DEL MOVIMIENTO OBRERO y por tanto la ruptura con ellos debe ser total sin conciliaciones de ningún tipo.Quien realmente pretenda contribuir a la constitución de un sindicalismo auténticamente independiente y de un movimiento obrero combativo y revolucionario, debe tener muy presente que situar la lucha de la clase obrera en unos parámetros verdaderamente transformadores, política e ideológicamente consecuentes, pasa por la derrota en toda línea del reformismo en todas su expresiones, sea en el ámbito político, sindical o en cualquier otro. No se puede respaldar ninguna iniciativa proveniente de los que se dedican a vender nuestros derechos al mejor postor. El significado, vamos a decir, emocional que tiene para la clase obrera la huelga general no debe llevarnos a un grado tal de confusión que nos convirtamos en marionetas de los verticalistas o de los socialfascistas (que tanto da) en las luchas de poder entre las familias del régimen. Respaldando sus iniciativas no hacemos sino esto. El aislamiento de las mafias sindicales respecto a los trabajadores debe hacerse evidente y de una manera incontestable. El fracaso de la huelga-farsa, como ya hemos dicho, no es un fracaso del movimiento obrero, sino de sus convocantes; y cuanto más estrepitoso sea ese fracaso mejor; eso significará que, de una vez por todas, los trabajadores se han sacudido de encima la influencia que esos miserables tenían sobre ellos. Y, a partir de ahí, se darán todas las condiciones para reorganizar el movimiento sobre unas bases realmente combativas. Pero jamás llegaremos a esta posición si, fruto de nuestra miopía política, nos dedicamos a darles oxígeno y apoyamos, AUNQUE SEA CRÍTICAMENTE, sus movilizaciones.
La consigna debe ser: A VUESTRA HUELGA-FARSA, NO.

Todos deseamos ver a nuestra clase en la calle, en la disposición más combativa, todos deseamos ver una huelga general de las de verdad, indefinida y guiada por unos objetivos de transformación social. Pero esto todavía no es posible. Antes de correr tenemos que saber andar; el movimiento obrero no es que acabe de nacer y tenga que aprenderlo todo de nuevo, pero, como quien dice, acaba de salir de un profundo letargo y necesita aún algo de tiempo para sacudírselo. Si no se puede hacer una huelga general sin que la convoquen las mafias sindicales, es que todavía no existen condiciones para una auténtica huelga general, que debe hacerse no sólo al margen de esas mafias, sino en contra de ellas. Repetimos: son el enemigo, y, con el enemigo, ni a coger oro.

(...) Sobre esta cuestión de las huelgas, Lenin, que de esto de la lucha obrera sabía bastante, decía lo siguiente: "... las huelgas sólo son victorias donde los obreros poseen ya bastante conciencia, donde saben elegir el momento para declararlas y donde saben presentar reivindicaciones (...) Pero obreros así hay todavía pocos (...), y es necesario dirigir todos los esfuerzos a aumentar su número". En el mismo artículo en el que hacía estas afirmaciones, Lenin advierte también la posibilidad de "que los patronos (o sus agentes infiltrados en el movimiento obrero) provoquen incluso meditadamente las huelgas".

(...) ¿Y cuál es la alternativa práctica al hecho de secundar la huelga-farsa? ¿De qué forma se puede materializar este rechazo a secundarla? Se podría articular una campaña en torno a una simple consigna, ya apuntada más arriba: "a vuestra huelga-farsa, no", insistiendo en la denuncia del papel de las mafias sindicales, organizando protestas ante sus sedes para explicarlo, convocando movilizaciones de todo tipo al margen de éstas, poniendo de manifiesto su aislamiento... Cualquier cosa menos secundar la huelga-farsa. Esto no es fácil; explicar por qué los sectores teóricamente más combativos no respaldan una "huelga" requiere de una enorme labor pedagógica, pero, a la larga, adoptar este tipo de posición dará más frutos de los que pueda aportar el camino más trillado y también más oportunista de ir a la zaga -con todo el "criticismo" que se le quiera poner al asunto- de las mafias sindicales. Estaremos contribuyendo a un objetivo fundamental: el de construir un movimiento obrero verdaderamente independiente; y ésta es una condición básica para empezar a plantearnos algo más que objetivos reformistas, para situarnos en una perspectiva revolucionaria, no sólo desde el punto de vista teórico, sino también desde el punto de vista práctico (...) tampoco podemos olvidarnos de las nefastas consecuencias que para la clase obrera tienen los repetidos llamamientos de las mafias sindicales a participar en sus huelgas-farsa: agravan el sentimiento de impotencia entre los trabajadores, además de confundir y dividir al conjunto del movimiento obrero. Quienes apoyan tan a la ligera esas farsas debieran tenerlo en cuenta, como debieran también sopesar las condiciones de extrema precariedad a las que están sometidos la inmensa mayoría de los trabajadores de nuestro país. Para un trabajador precario, con un salario de miseria y un contrato de meses o días, participar en esas huelgas (sin que confíe en absoluto ni en sus convocantes ni en sus resultados) significa jugarse su inmediata subsistencia y la de los suyos, y eso sólo lo hará el día en que esté seguro de que con su incorporación y participación en la lucha activa estará contribuyendo a arrancar tal o cual logro, perseverar tal o cual conquista o para acabar con un sistema que no ofrece, a él y a toda su clase, más que esclavitud, indigencia y terror.

Por tanto, no se puede reputar de esquirol a quien no secunde esas huelgas-farsa, sencillamente porque los primeros esquiroles, los mayores vendidos, son los mafiosos que la han convocado. El problema es que algunos pierden de vista esto, y no sólo es que respalden estas pantomimas, sino que van a todas y cada una de las movilizaciones que convocan estos sujetos... aunque, eso sí, como "bloques críticos" y otras fórmulas similares. NO ES QUE NUNCA SE PUEDA O NO SE DEBA ACUDIR A ESTAS MOVILIZACIONES, pero cuando se vaya hay que hacerlo para denunciar la política de esos vendidos (...).

Desde luego, no es fácil defender nuestra posición en relación con las huelgas-farsa, por aquello del mito sagrado en que se ha convertido la huelga general. Pero hay una cosa que se llama principios, a los que hay que ser fiel, a pesar de que en determinados momentos sea extremadamente difícil defenderlos. Y hay que ser fiel a los principios, no porque sean como los preceptos de la Torá, sino porque sólo en base a los principios, a unos principios revolucionarios, se puede dar una práctica igualmente revolucionaria (...).

Un argumento muy difundido a favor de la participación en la huelga-farsa es el de que los trabajadores están clamando por la huelga general. Esto es totalmente falso. No hay que confundir a los trabajadores que acuden a las manifestaciones, con el conjunto de los trabajadores; e incluso los que sí se movilizan, por el hecho de corear una determinada consigna en una manifestación, no quiere decir que realmente estén por la huelga general. Si fuera tan grande el clamor por la huelga general, no hubiera sido necesario que las mafias sindicales convocaran su huelguita. Se hubiera encontrado el terreno abonado para hacerla sin contar con estos miserables.

Aún queda mucho camino por andar, la labor política, organizativa e ideológica que queda por hacer en el seno del movimiento obrero es formidable. Pero no hay que tenerle miedo y, sobre todo, insistimos, debe ser abordada desde unos principios claros y con visión estratégica, justo de lo que carece el oportunismo, ese oportunismo que, aunque se sitúe un poco más a la izquierda que el reformismo declarado, es igualmente un obstáculo, un lastre y un freno para la lucha revolucionaria, básicamente porque, a la hora de la verdad, acaba haciéndole el juego al propio reformismo. En cualesquiera circunstancias, debemos de estar del lado de los principios, debemos defender nuestras posiciones sin ningún complejo, aunque, en algún momento, resulte complicado hacerlo o, dado el atraso existente en los planos político e ideológico, nos cueste bastante hacernos entender.

El futuro es de los que perseveran".

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