Virtud uribista hasta el autoengaño



¿Son los uribistas mayoría?

Los votos uribistas ya eran minoría en el 2010 cuando el Partido Social de la Unidad Nacional, Partido de la U, cofundado por Juan Manuel Santos y ahora de mayoría santista alcanzó 6.802.043 de votos en la primera vuelta. En su mejor momento los uribistas del 2006 alcanzaron un máximo de 7.363.421 votos gracias en especial a todo el Partido Conservador, el Partido de la U, Cambio Radical, Alas Equipo Colombia, Colombia Democrática, y Por el País que Soñamos. En los números que registra la historia los uribistas nunca llegaron a 6 millones por lo que esa propaganda de que existieron 9 millones de uribistas es solo una más de las fantasías que ellos mismos se inventan.

La nueva minoría uribista fue sin duda insuficiente para darle la victoria a Santos en la primera vuelta. Ante el fracaso del voto uribista, Santos amplíó y consolidó mejor su propia Unidad Nacional que conquistó de manera abrumadora a los independientes y a los jóvenes, con la que finalmente logró una victoria histórica en la segunda vuelta con 9.028.943 votos (69.13% de 13.296.924 votos válidos).

Santos conquistó a los seguidores de Uribe dándoles lo que ellos entienden como el mejor uribismo: adular a Uribe, mientras Santos implementaba alianzas entre aparatos políticos -algo impensable para Uribe debido a sus limitaciones ideológicas- y demostraba a todos los colombianos su alto sentido de unidad y pragmatismo

Cuando la mayoría de los colombianos elegían a través de Santos la unidad nacional y el desarrollo social y económico, los uribistas víctimas de su propio engaño eran los únicos que soñaban estar eligiendo a Uribe. La mayoría colombiana entendió que las elecciones eran para elegir un presidente, no un uribista.

Más de un año después, las derrotas sufridas por los candidatos apoyados por el uribismo en las elecciones de octubre del 2011 comprobaron no solo que el uribismo era definitivamente una minoría, sino principalmente, la caída en picada de su influencia y su poder político. Se podría decir, paradójicamente, que al final del gobierno de Uribe lo que quedó agonizando no fueron las FARC sino el uribismo.

Uribe y sus leales seguidores han intentado compensar y tapar su precipitada caída política tratando de convertirse en la oposición de Santos con un estilo subversivo con reminiscencias de lo peor del EPL en el que militó José Obdulio Gaviria.



¿El uribismo es un inconveniente para la izquierda?

En 1994 la izquierda obtiene 219.241 votos (3.79% de 5'791.332 votos válidos) y este porcentaje no tiene mayores variaciones por 8 años hasta que claramente se triplica con el ascenso electoral de Uribe y llega a 680.245 (6.32% de 11'051.645 votantes válidos). Este crecimiento electoral de la izquierda en relación al poder de Uribe se comprueba en 2006 cuando ahora se cuadruplica y logra un récord histórico de 2.609.412 (22,04% de 12.058.788 votos válidos) y convierte a la izquierda por primera vez en la historia como la segunda fuerza política de Colombia.

La Unidad Nacional de Santos logró quitar el incentivo al acelerado crecimiento político de la izquierda, cuando volvió al centro, no a la izquierda ni a la derecha, el foco de atención, lo que fue inspirado por el surgimiento del Partido Verde que vino a reemplazar la influencia de la izquierda. Con esta nueva estrategia política Santos logró salvar a la derecha de una segura derrota a manos de la izquierda y del Partido Verde que hubiera tenido lugar si hubiera seguido la política de división y de aislamiento de las ya decadentes e inútiles políticas de Uribe.



¿Son los uribistas perseguidos políticos?

La bien conocida conducta de desprecio por la ley, que llevó a los líderes uribistas a cometer desmanes y crímenes, hoy se exacerba con ataques contra la Justicia con el argumento de que los persiguen por ser uribistas. No existe ninguna razón para perseguir políticamente a los uribistas, no son mayoría, no tienen poder y su oposición al estado no le hace mella. El gobierno y la Justicia están en la obligación de perseguir, procesar y castigar todo acto de corrupción que corrompe el Estado y cuya impunidad solo sirve de incentivo a una mayor corrupción. Si los líderes uribistas se encuentran en esta categoría de crímenes sería irracional y contra la justicia exceptuarlos de la condena de sus delitos.

Todos los ejecutores de esos crímenes estaban a las órdenes de Uribe, fueron nombrados por Uribe y mantienen su lealtad a toda prueba para con Uribe. Las coincidencias entre los crímenes están en perfecta sincronización con la línea de pensamiento y conducta de Uribe. Una prueba contundente es el hecho de que Uribe se descontrole mostrando una ansiedad muy fuerte y peculiar al negar los crímenes comprobados e imputados a quienes obedecían sus órdenes, demostrando un conocimiento absoluto de las situaciones, circunstancias y eventos que en ellas sucedieron, con una fidelidad tal como si él mismo hubiera participado directamente en ellos o los hubiera dirigido al detalle. Es imposible que un jefe que no haya estado envuelto en las acciones de sus subalternos pueda conocer con tanto detalle lo que han hecho. Y es imposible que un jefe desconfíe a tal punto de la propia defensa de sus subalternos que decida tomar abiertamente y en sus propias manos esa defensa como si su propia responsabilidad estuviera en un peligro mayor que la de sus subalternos.

Se hace obvio que la llamada persecución política es solo una desesperada cobertura para disimular la gradual caída del uribismo fuera del actual proceso de la historia política al igual que su caída detrás de las rejas.



José María Rodríguez González
Martes 28 de febrero, 2012




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